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Maite SOROA | msoroa@gara.net

«Corazones apátridas»

Bueno, parece que ha llegado el gran día. Se jugará la final de Copa, algunas y algunos celebrarán la victoria, otras lamentarán la ocasión perdida y, me temo, los de siempre seguirán durante días dándole vueltas a la matraca de la «afrenta» al himno y a los símbolos del Estado. Anda que no tendrán problemas más importantes por aquellos lares. Ayer era el turno de Isabel San Sebastián, que no podía faltar en el coro que canta las hazañas de Esperanza Aguirre, y en su columna de «Abc» sentenciaba que «únicamente apelando al miedo como sentimiento incontrolable puede entenderse que ni un solo ministro del Ejecutivo popular o representante de la oposición socialista haya salido al paso de las amenazas separatistas». Y servidora se pregunta, ¿de qué amenazas está hablando? ¿De acabar con las existencias de los bares del Manzanares? ¿Qué toma esta mujer para desayunar?

Aunque enseguida quedaba claro que la reprimenda era solo una excusa para darle coba a su idolatrada Espe: «Únicamente Esperanza Aguirre ha demostrado ese valor, al poner su voz a un sentimiento de hartazgo compartido por una gran mayoría de los ciudadanos de este país, e inmediatamente ha sido víctima de una lapidación en toda regla». Un poco exagerada, ¿no? Pero San Sebastián se lo toma todo a la tremenda. Vean si no lo que escribe a continuación: «¿A dónde nos conduce este pensamiento blando, esta rendición a los dictados de lo `políticamente correcto' impuestos por gentes de corazón apátrida? A la derrota incondicional frente a quienes sí creen en lo que consideran `sus' naciones y están dispuestos a llegar a donde haga falta en su afán por construirlas desde la nada». Eso de «corazón apátrida» me ha llegado, hay que reconocer que es una artista de la palabra... Y para concluir, la columnista de Vocento advierte a su legión de seguidores: «Hemos reculado y reculado en los últimos treinta años ante el avance imparable del nacionalismo, sin lograr otra cosa que acrecentar su apetito insaciable, hasta el extremo de mirar hacia otro lado cuando ofenden a nuestros símbolos. Pero `por la paz, un padre nuestro' es mejor hacer como que no pasa nada. Aunque pase. ¡Y ya lo creo que pasa!». Lo que no pasa es el tiempo para algunas y algunos; siguen tan fachas como siempre. Una no es muy futbolera, pero qué pena no poder ir hoy a Madrid.

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