CRíTICA: «El arte de amar»
Cinco variaciones sobre una misma melodía
Mikel INSAUSTI
Esta es la primera película que se estrena en el Estado español de Emmanuel Mouret, y también la primera que tengo oportunidad de ver. Había oído hablar de él como el Woody Allen francés, comparación inexacta atendiendo a lo que «L'art d'aimer» ofrece. Diría que la equivalencia debería ser entendida a la inversa, porque quien se inspira en maestros del cine francés, y en especial en Rohmer, es Allen. La película de Mouret sigue esa corriente actual en el mercado francófono de recuperación de los preceptos estilísticos de la nouvelle vague, aunque no alcance ni la naturalidad de Rohmer, ni la sutileza de un Resnais. Además, el Mouret actor sale poco, y solo interviene como secundario en uno de los cinco segmentos. Su fisonomía le hace adecuado para el cine de humor, y aquí se le ve contenido y en un registro más bien dramático.
Quede claro que «L'art d'aimer» no es una comedia, pese a que pueda parecerlo por momentos. La impresión es debida a su tono ligero, a que es un filme dividido en episodios, y a que algunas situaciones derivan en el enredo, sobre todo la de la cita a ciegas. Tampoco es una obra de contenido erótico, por más que los personajes hablen de sexo y haya escenas de cama, las cuales acaban siendo resueltas por el lado dialéctico. Dicho carácter discursivo, sumado a una voz en off bastante explicativa, otorgan a la película una categoría próxima al ensayo sobre el conflicto amoroso.
La conflictividad surge de los equívocos, que son provocados por el difícil equilibrio entre el deseo y la razón. Para describirlo mejor, Mouret utiliza una metáfora musical, según la cual encontrar el amor correspondido equivaldría a dar con la armonía perfecta.
Respondiéndole con su propio símil, habría que decirle al cineasta que es más fácil afinar la voz y los instrumentoS cuando la melodía es conocida. Las cinco variaciones que ejecuta sobre el mismo tema son algo reiterativas, e incluso las respectivas anécdotas más que complementarse o entrecruzarse llegan a solaparse unas con otras.