Ariane Kamio | Periodista
«L'ates ates»
El Atez Ate o el sistema de Puerta a Puerta para la recogida de basuras se ha convertido en un inexplicable quebradero de cabeza para algunos sectores del Estado español. Inexplicable digo porque ante la gran Europa, continente civilizado, buque insignia del Estado de Bienestar y comprometido con el medio ambiente, la semana pasada representantes de PP y PSOE apoyaban este sistema de recogida de residuos.
Pero hoy, dejando a un lado los buenos modales, no me aguanto las ganas casarme con la chabacanería, habida cuenta de la visita que estos días ha realizado la reportera de Telecinco Aída Nízar a Hernani, Usurbil y Zarautz con motivo de «L'ates ates».
Entra la periodista en una pescadería de Hernani y, tras escuchar los comentarios de las clientas -las típicas como «que guapa estás en directo»-, pregunta a la pescatera qué hace con las raspas del pescado. ¿Que qué hace? Pues tirarlo a la basura, como todo hijo de vecino.
Aída, escandalizada -o haciendo que se escandaliza-, le recuerda que no todos los días se puede sacar a la calle la basura orgánica.
Y me pregunto yo: ¿Cuántas veces habremos dejado las cáscaras de los langostinos metidas en una bolsita «aireándose» en el balcón olvidadas de la mano de Dios? ¿Y quién no ha abierto nunca la puerta de la basura de casa que apesta de días que está ahí? Son guarradas, sí, pero guarradas que pasan, y habitualmente. Porque, ¿quién baja religiosamente la basura cada noche? Sí, mi madre, y la tuya, y la del otro. Pero no todo el mundo.
Que levante la mano el que no tenga guardados en una bolsita botellas de agua, vino, cerveza, coca-cola, aceite o de lo que sea y permanecen en casa durante tres o cuatro días hasta que esta se llena. Lo digo para quien se molesta en reciclar, porque parece que ahora todo el mundo desposita sus desechos en los contenedores correspondientes, y luego habría que verlo.
Y es que lo que nos hace falta es eso, reconocer que somos un poco más dejados de lo que aparentamos, y que el Atez ate, el Puerta a Puerta o «L'ates ates», como quiera llamarlo Aída o el propio lector, nos obliga a ser un poco más civilizados, cosa que todavía no hemos conseguido.