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Errose Erezuma | En nombre de los familiares y amigos de Jon Erezuma

El relato

Esta estrategia mortal de integración forzada viene acompañada de un discurso oficial conocido como «relato», encargado de legitimar su violencia

Asistimos a una vergonzosa manipulación de la realidad, el lenguaje y las conciencias. Una especie de «moral religiosa tradicional» se intenta imponer a los no «creyentes» a base de leyes de excepción y coacciones. Una memoria excluyente es promovida y avalada por los dirigentes políticos de un estado opresor heredero del franquismo. Un ejército de sociólogos, tertulianos, periodistas, ideólogos, policías políticos y demás mercenarios de la pluma y la palabra nos castigan todos los días, cumpliendo una sagrada misión: la de deslegitimar la lucha histórica de nuestro pueblo por su libertad. Todo ello, por supuesto, para «impulsar la convivencia», «reinsertar en la sociedad a sus enemigos», defender «los valores democráticos» y contribuir «a la reconciliación y la paz». O, lo que es lo mismo, en nuestra traducción: para aplastar al disidente e incorporarle como vencido al disfrute de las amargas delicias propias de una patria española con tricornio, corrompida y presa de una permanente crisis. Esta estrategia mortal de integración forzada viene acompañada de un discurso oficial conocido como «relato», encargado de legitimar su violencia.

Pero existen, también, otros relatos difíciles de compartir tanto por su dramatismo como por la verdad que contienen: el de nuestros abuelos bombardeados. Nuestros padres represaliados o humillados. Nuestros amigos y hermanos perseguidos, encerrados o asesinados. Nuestros vecinos vejados en carreteras, torturados en cuartelillos y comisarías o castigados con penas de cárcel.

Numerosos ciudadanos han sido insultados, multados, apaleados o considerados sospechosos para siempre. Nuestro idioma está herido, nuestra historia olvidada y nuestra cultura devaluada. Nuestras montañas y valles ocupados por fuerzas armadas extranjeras o nativas colaboradoras. Nuestro pueblo sin leyes propias, capacidad de decidir y en perpetuo estado de excepción. Algunos de nuestros seres más queridos oyeron la llamada imperiosa del viento. Observaron las lágrimas de los ríos. Escucharon el sonido embravecido de las olas del mar. Sintieron el quejido profundo de la tierra. Y decidieron partir sin irse. Amar sin esperar ser correspondidos. Luchar sin pensar en recibir recompensas. Dándolo todo sin pensar en recibir contrapartida material alguna. Son nuestros militantes. Ellos no necesitan que les construyamos relato alguno para justificarse porque han escrito con el ejemplo de su vida y sacrificio el auténtico relato que les dignifica y que nosotros defendemos y defenderemos siempre.

Hoy, 30 de mayo, celebraremos como todos los años un sencillo homenaje en recuerdo de los gudaris Jon Erezuma y Joan Carles Monteagudo.

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