Análisis | ¿Qué ha pasado en las elecciones presidenciales egipcias?
Saqueando una revolución
En un análisis publicado en Counter-Punch, medio de comunicación estadounidense, y recogido por la web de Rebelion, el autor ofrece unas claves interesantes, incluso a futuro, para entender el resultado de la primera vuelta de las presidenciales egipcias
Essan al-Amin | Counter-Punch (Rebelión)
Los resultados oficiales de la primera vuelta de las elecciones presidenciales muestran que el candidato de los Hermanos Musulmanes, el Dr. Muhammad Mursi, irá a la segunda vuelta junto al último Primer Ministro de Mubarak y candidato antirrevolucionario, el general Ahmad Shafiq. Recibieron el 24% y el 23% de los votos, respectivamente. Mientras tanto, los dos candidatos apoyados por los grupos revolucionarios, el Dr. Abeldmoneim Abul Futoh y Hamdin Sabahi, recibieron el 17% y el 20% de los votos, respectivamente, mientras el ex ministro de Exteriores, Amr Musa, se quedaba en un distante quinto lugar con el 10,9%.
Los revolucionarios estaban divididos: El fracaso de los grupos revolucionarios a la hora de unir sus filas y presentar un único candidato les ha hecho perder la oportunidad de quedar primeros en esta primera vuelta. Combinados, ambos candidatos recibieron el 36% de los votos. A pesar de todos los esfuerzos, se negaron a ceder.
Abul Futuh argumentaba que el electorado era favorable a un candidato de procedencia islámica y por tanto él representaba a esa figura de consenso que podría tender puentes entre islamistas y laicos. Sabahi, por otra parte, defendía que el país no necesitaba otro candidato islamista tras los resultados de las elecciones parlamentarias, en que a los islamistas les correspondió el 75% de los escaños.
Los partidarios de Sabahi emprendieron una feroz campaña contra Futuh. La táctica funcionó y los observadores creen que puede que Sabahi haya duplicado sus cifras en las últimas semanas a costa de este último.
Baja participación: Parece que la mayoría de los egipcios están ya cansados y decidieron sencillamente no acudir a votar. Algunos grupos revolucionarios habían estado pidiendo finalmente el boicot de las elecciones, afirmando que las elecciones no tienen sentido sin antes limpiar el Estado de fulul (término peyorativo para designar a los miembros del viejo régimen) o de las garras del Ejército. Más de 27 millones de egipcios participaron en las elecciones parlamentarias de finales de año. Aunque hay 51 millones de votantes registrados, se ha estimado que en esta ocasión solo 24 millones depositaron su voto, es decir, el 47%.
Los Hermanos Musulmanes (HM) van por su cuenta: Durante la revolución, todos los grupos que estaban contra Mubarak se unieron. Aunque los HM fueron cautos al principio, su posterior participación resultó ser crucial para el éxito de la revolución. Pero poco después rompieron el consenso y siguieron su propio camino, confiando en su enorme capacidad para movilizar y organizar. Su entendimiento tácito con el Ejército durante la mayor parte del pasado año -abandonando en momentos cruciales las demandas revolucionarias- creó una profunda desconfianza.
Cuando los HM rompieron su promesa y decidieron presentar un candidato, confiaban sobre todo en su capacidad para movilizar a sus seguidores. Ninguno de los grupos revolucionarios de la Plaza Tahrir les prestó su apoyo. Sobre el terreno, muchos seguidores de los HM atacaron a Abul Fotuh, alienándose aún más a muchos votantes egipcios. El efecto real fue desmoralizar a los partidarios de la revolución. Al final, los HM han recibido en esta ocasión menos de 6 millones de votos, comparados con los más de 10 millones en las elecciones parlamentarias de hace seis meses.
El candidato del ejército y del estado profundo de seguridad: El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) permitió que se utilizaran los recursos del estado en beneficio de Shafiq. Con el apoyo de la burocracia estatal, el aparato de la seguridad (reconstruido utilizando sus viejos elementos y manteniendo las conexiones con los funcionarios locales a los que nunca se llegó a deponer) movilizó sus recursos. Reclutas del ejército, oficiales de la policía y empleados estatales fueron instruidos por sus superiores para que votaran a Shafiq o, en caso del personal militar activo -que tiene prohibido votar-, hacer que sus familias le votaran.
Además, desde diciembre, el Gobierno designado por el CSFA dejó deliberadamente que empeorara la situación económica y de la seguridad para hacer que los egipcios de a pie sintieran que eran consecuencia directa de la revolución. Que creyeran que aunque habían votado por un nuevo Parlamento, su situación había empeorado. Esto permitió que Shafiq postulara que, una vez elegido, podría traer seguridad en cuestión de 24 horas y que su lema «ley y orden» atraería la prosperidad.
La comisión electoral, que reinstauró a Shafiq después de que se le prohibiera presentarse al Parlamento, no hizo nada para reforzar sus propias leyes acerca de la financiación de la campaña. Fijó un techo de diez millones de libras para cada campaña pero estaba claro que la campaña de Shafiq estaba gastando cientos de millones sin rendir ningún tipo de cuentas. Solo el coste de sus vallas publicitarias fue de 22 millones de libras. En televisión se pasaron docenas de anuncios propagandísticos con un coste de 200.000 libras cada uno. El uso en Egipto de enormes cantidades de dinero en política no es nada nuevo. Pero esta vez se ha llegado a nuevos hitos sin control alguno.
El reagrupamiento de los fulul: La maquinaria del prohibido Partido Democrático Nacional de Mubarak y de los empresarios corruptos se puso a funcionar a pleno rendimiento una vez que Shafiq anunció su candidatura. Informaciones internas exponen que la esposa del ex director de la organización del partido, el multimillonario Ahmad Ezz (que estuvo al frente del fraude electoral de 2010 y que actualmente cumple una sentencia de diez años de cárcel por corrupción política y financiera, además de otras acusaciones pendientes de juicio), ha pagado 100 millones de libras a las autoridades de la región del Delta para que apoyaran a Shafiq.
En el corazón del Delta, donde vive gran parte de los campesinos pobres egipcios, las autoridades y alcaldes controlan todos y cada uno de los aspectos de sus vidas. Mucha gente ha informado que esas autoridades pagaron millones para lograr que esos campesinos y sus familias votaran a Shafiq. En un revelador momento, un periodista de »Al-Jazeera» le preguntó a un campesino por qué había votado a Shafiq y él le contestó: «A mí y a todo el pueblo se nos dijo que votar por Shafiq significaba seguridad y prosperidad». Dijo además que «he traído a toda mi familia para que también voten por él». En las cinco provincias del corazón del Delta, Shafiq recibió 2,5 millones de votos, es decir, alrededor del 50% de sus apoyos totales. En cambio, el candidato de los HM, Mursi, recibió 1,7 millones de votos mientras que Sabahi y Abol Futuh recibían 1,3 millones y 1 millón, respectivamente. Los fulul confían en que si Shafiq sale elegido, perdonará finalmente a todas las figuras corruptas del anterior régimen, incluidos Mubarak y sus hijos en caso de ser declarados culpables. Otros confían en volver a conseguir el estatus que perdieron cuando se derrocó al anterior régimen.
El papel de los sufíes: Desde el ascenso de los salafíes en las elecciones parlamentarias, se ha producido una profunda división entre estos y los grupos sufíes a causa de las creencias teológicas y prácticas religiosas. Hay alrededor de 12 millones de egipcios que afirman seguir esas tradiciones sufíes, especialmente en la región del Delta del Nilo. Sus líderes, cuyo sustento depende del turismo religioso, se sintieron amenazados por la retórica de los salafíes que prometen acabar con sus ritos «paganos». Shafiq explotó ese enfrentamiento y declaró que él también sería sufí y prometía preservar sus tradiciones. Como compensación, los jefes sufíes le prometieron lealtad.
El voto cristiano: Aunque muchos cristianos coptos se unieron a la revolución para derrocar a Mubarak, muchos miembros de esa iglesia y dirigentes laicos han expresado su preocupación por la emergencia islamista. Durante muchas semanas, sus líderes declararon que iban a apoyar a un candidato «civil», insinuando que sería Amr Musa. Sin embargo, la pasada semana varias personalidades importantes declararon que la abrumadora mayoría de los coptos votaría por Shafiq porque «es el único capaz de detener la marcha de los islamistas», como declaró un dirigente cristiano. El día de las elecciones, las encuestas a pie de urna y los observadores confirmaron que el 70-80% del voto cristiano fue para Shafiq. Tras las elecciones, el patriarca interino de la iglesia copta ha suspendido a dos altos funcionarios de la iglesia que están pendientes de una investigación interna.
Así pues, ¿qué viene ahora?
No está claro cómo van a reaccionar los dirigentes revolucionarios. Aunque no hay pruebas de fraudes directos o falsificación de votos, el papel de las estructuras autoritarias del estado ha influido notoriamente en los resultados, y tampoco puede negarse el uso de dinero para corromper la voluntad política de los egipcios. Pero la comisión electoral sigue adelante y en junio tendrá lugar la segunda vuelta entre Mursi y Shafiq. Con excepción de los partidarios de los HM, la mayoría de los que apoyan la revolución temen el día en que tengan que elegir entre el candidato de los HM y el candidato fulul.
No obstante, sea como sea, a Shafiq no se le debería permitir que ganara. A cambio del apoyo de los seguidores de Abul Futuh y Sabahi, los HM deberían ofrecer un gesto sincero a los candidatos y pedir la unidad de todos los partidarios de la revolución. Pero tales ofertas deben ser algo más que retórica vacía y tienen que contener hechos significativos de integración y magnanimidad incluyendo el ofrecimiento de cargos importantes, como serían el de vicepresidente o primer ministro.
Si los HM piensan que pueden alcanzar la presidencia sin el apoyo de los grupos revolucionarios están totalmente equivocados. No solo la mayoría de los partidarios de Musa acabaría yéndose con Shafiq, sino que los fulul habrían llegado más lejos de lo que nunca se habrían atrevido a soñar, duplicarán sus esfuerzos y utilizarán todas sus viejas tretas para asegurarse la victoria con todo el apoyo de la maquinaria del ejército y de la burocracia estatal.
Solo recuperando la determinación y la unidad de acción de los primeros días de la inconclusa revolución podrá esta seguir viva. Los HM no pueden permitirse el lujo de meter la pata otra vez. Probablemente, la alternativa sea otra revolución que reemplace a la que está siendo desgraciadamente abortada.