CRíTICA: «En fuera de juego»
Una comedia futbolera de segunda división
Mikel INSAUSTI
Si el hijo de Ricardo Darín se pareciera realmente en algo a Messi acabaría retirando a su padre, lo que sería una gran perdida para el mundo del cine. Pero podemos estar tranquilos porque Chino Darín no demuestra tener ninguna habilidad con el balón a lo largo de la película, y está en ella sólo porque es argentino. El chico cumple resignado con el tópico de un país exportador de jugadores para las ligas europeas, siguiendo un sueño que no todos los peloteros alcanzan. Ha tenido la mala suerte de caer en una comedieta de perdedores, de las que reducen la picaresca a un triste reflejo de lo que fue en el Siglo de Oro. Participa en un mal partido jugado al cerocerismo dentro de las ligas menores y de los mercadillos de los fichajes de todo a cien.
Al aspirante a crack los guionistas le han bautizado con el nombre de Gustavo César, que suena más a futbolista brasileño. Pero ya se puede comprobar por el título de la película la nula originalidad que se gastan. Le convierten en víctima propiciatoria a las primeras de cambio, pues incluso antes de bajar del avión ya le han colocado más de un padrino, siendo muchos los buitres carroñeros dispuestos desde distintas instancias a lanzarse sobre su presa. La rapiña viene provocada por la falta de un verdadero profesional de la representación de futbolistas, ya que el puesto de manager se lo disputan a uno y otro lado del charco dos don nadies.
Fernando Tejero repite el único papel que parece que sabe hacer, lo que obliga a Diego Peretti a realizar un sobreesfuerzo para que la química entre ambos funcione, poniendo el acento en la comicidad que surge de las diferencias culturales. Sin embargo, el cine también se juega en equipo y la figura argentina del reparto no consigue salvar el resultado en solitario. No es un trabajo digno para intérpretes de talla, relegados a segundo plano por los cameos de rostros habituales en la prensa deportiva.