Patxi Erdozain | Sasoia
Que puedan volver
Queremos romper el olvido que os puede doler, queremos que pronto estéis en normalidda aquí y trabajemos juntos por la soberanía de nuestro pueblo
Puede que la palabra «deportados» no nos diga mucho en estos tiempos. Para muchas personas será una palabra desconocida, para otras, será algo de la historia lejana. Pero hoy hay personas de Euskal Herria deportadas.
Es en la década de los 80 cuando la deportación se hace noticia es nuestro pueblo. En tiempos del franquismo, Francia permitía que pudieran residir en Iparralde las personas que huían del terror de aquellos años. Pero llegó la «democracia», España hizo elecciones y firmó acuerdos internacionales, y esos pasos fueron dados por buenos por los demás estados, a pesar de represiones, torturas y juicios falsos.
Francia y España decidieron poner en práctica la deportación. Decenas de militantes fueron arrancados de su tierra y llevados en avión a países remotos como Togo, Cabo Verde, República Dominicana...
Todavía estaba mal visto entregarlos directamente, como ahora, a la Guardia Civil, y decidieron dar esa salida.
Luego vino el fracaso de las conversaciones de Argel y España hizo lo mismo con los militantes que vivían en Argel.
¿Cómo fue su vida? Al recordar lo que nos cuentan, vienen a nuestra memoria la situación de los «sin papeles» que malviven entre nosotros. Pero con una situación más dura todavía; además de la indocumentación, de la falta de dinero, del sentirse extraños en esta tierra, existen otros factores agravantes: vigilados y amenazados continuamente por la Policía española, con arrestos domiciliarios, sin dejarles trabajar, con la correspondencia abierta y siendo las pocas visitas que dejaban también controladas.
Allá algunos también sufrieron torturas.
Algunos estados recibieron pingües beneficios por alojarlos, y alojar también a la Policía española. Otros estados se comportaron de forma mucho más humanitaria.
No podemos expresar lo que ha debido suponer para cada persona deportada esas vivencias; desarraigo familiar, soledad, miseria económica, lejanía de su pueblo y de sus luchas...
Han pasado 30 años. La situación ha cambiado. Algunos encontraron la muerte prematura. Hay quienes han conseguido papeles y trabajan, y algunos han rehecho su vida familiar, pero siguen siendo «de ninguna parte». Entonces fueron noticia, pero hoy para la mayoría del pueblo están en el olvido.
Otro tema que nos preocupa es la situación de las personas que siguen huidas. Son más de 1.500 que están en paradero desconocido. En la total indefensión. Y sabemos que volver a la normalidad es sinónimo de cuartelillos con peligro de torturas y cárcel.
Estamos en tiempos de esperanza. Todas las razones que los estados podían aducir para mantener esta situación han desaparecido. Y, sin embargo, los dos estados siguen impertérritos en su postura represiva. Para ellos puede que sean tiempos de venganza o de miedo ante el impulso de la sociedad vasca. Ellos y ellas sueñan con volver.
Dos sentimientos se entrecruzan en nosotros: uno, de solidaridad con quienes siguen deportados y huidas. Queremos romper el olvido que os puede doler, queremos que pronto estéis en normalidad aquí y trabajemos juntos por la soberanía de nuestro pueblo. Para cada una un abrazo.
El otro es de rabia ante la cerrazón de los estados, que siguen manteniendo la misma postura de represión como si nada hubiera cambiado.
¡Qué fuerza tenemos que aglutinar para conseguir que lleguen al diálogo y dar una salida colectiva y satisfactoria a estas situaciones!
En eso estamos. Como dice Lluís Llach en su canción «L'Estaca», es necesario empujar. Desde SASOIA queremos también empujar; nos concentraremos hoy, día 7, a las 12.00 horas ante el Monumento a los Fueros recordando a los que sabemos dónde están y a quienes están escondidas y gritando que se den los pasos necesarios para que vuelvan.