Mikel INSAUSTI

Si «The Big Year» ha sido un fracaso en la taquilla de los Estados Unidos, en Europa lo va a ser también con mayor motivo. No corren buenos tiempos para las comedias sobre millonarios excéntricos y ociosos, porque el público afectado por la crisis no está dispuesto a reír con el anecdotario de tres privilegiados que se toman un año sabático para practicar su carísimo hobby. Y la prueba del dispendio está en que el presupuesto de la película se ha disparado más allá de lo razonable, en el afán por cubrir el ocasional modo de vida itinerante del trío protagonista. Estos recorren la geografía norteamericana desde el Yukon canadiense a los Cayos de Florida, forzando a la producción a planificar un rodaje en cien localizaciones diferentes. El dinero se ha ido en los viajes, ya que había que organizar la gira para la filmación en tres apretados meses. No tanto en el reparto, a pesar del lujoso e interminable plantel de secundarios, reducido a breves apariciones, en la mayoría de los casos más cercanas al simple cameo. Quienes esperen gozar de la interpretación de Anjelica Huston, por ejemplo, se quedarán con las ganas.

Owen Wilson, Jack Black y Steve Martin son los conductores de la cinta en todo momento, incluso por encima de la labor de dirección, que pasa bastante desapercibida. David Frankel ha debido de pensar que el tema de la obsesión por la ornitología ya convierte a esta comedia en una rara avis, así que no necesitaba buscar un estilo extraño y le valía con algo entre clásico y convencional.

El trío estelar se las basta para convertir a sus personajes freak en gente común, haciendo ver que casi todo el mundo tiene alguna afición más o menos loca. Lo que les diferencia del resto estaría en el grado de pasión que ponen en ello. Y se les olvida algo fundamental para un avistador de aves de todas las especies, que es la paciencia. El ritmo narrativo, con los constantes cambios de escenario, no es el adecuado para transmitir dicha virtud.