NARRATIvA
Domesticar el tiempo
Iñaki URDANIBIA
Hay objetos, elementos e inventos que marcan hondamente las épocas en las que son descubiertos o fabricados con el fin de ponerlos al servicio de los humanos. Baste con nombrar el fuego, el hierro, la rueda o mucho más tarde en los artilugios de navegación, la máquina de vapor, o... sin olvidar el descubrimiento del reloj, inicialmente mecánico, que marcó el inicio de la modernidad y que sirvió amén de para su utilidad práctica, como metáfora e imagen en campos ajenos a la ciencia y la técnica, como la literatura, la política, el arte o la filosofía.
El libro de Mayr resulta francamente ejemplar en la medida que pone en danza entrecruzada la historia de la ciencia y la historia de las mentalidades y las retroalimentaciones que entre ellas se dan. Salvando las distancias, se me antoja cierto «parecido de familia» con el quehacer de Michel Serres en sus viajes, guiado por Hermes, por los pagos de las ciencias blandas y las duras y sus incursiones por las significativas obras de Émile Zola o Jules Verne y los reflejos que en sus obras se hallan de los avances científicos de sus tiempos. En el caso que nos ocupa se ha de tener en cuenta la profesión del autor del libro: director del Deutsches Museum de Munich y del departamento de la Historia de la Ciencia y la Tecnología de la Smithsonian Institution.
Otto Mayr (Essen, Alemania, 1930) nos entrega una obra en la que se subraya la exactitud de los ingenios relojeros que empujaban para que en los límites de la sociedad se tratase de aplicar los mismos baremos, de la misma manera que en los tiempos barrocos se impusieron tales inventos y dieron lugar al contagio mecanicista en el campo de la filosofía (ahí está la visión de Descartes) y en siglos posteriores las ideas kantianas en lo referente al debate entre el determinismo y la libertad. Leibniz, otros ilustrados; también los teólogos recurrían a la metáfora relojera para vender la «mano invisible» que hacía que las cosas funcionasen con la pasmosa regularidad con que lo hacían. Si ya en los tiempos álgidos de la filosofía griega se usaban metáforas biológicas para analizar el funcionamiento de las sociedades (hasta en el siglo pasado se empleaban las metáforas organicistas), el cambio de los tiempos y de sus desarrollos técnicos conllevaban la adecuación de las relaciones a la hora de establecer comparaciones y espejos interdisciplinares, o entre las diferentes esferas de la actividad humana.
Ciencia, filosofía, política, economía y las correspondientes metáforas relojeras como imagen del orden, de la capacidad autorreguladora de la sociedad son presentadas por Mayr de una manera rigurosa y sencilla a la vez convirtiendo la exploración sobre el tema en una verdadera delicia. En su avance va dejando constancia de la falaz separación que a veces se establece entre la cultura y la técnica... en la larga marcha que va desde la fisis (la naturaleza) a la auto-organización política pasando por la polis, que proyectaba Cornelius Castoriadis.