La memoria de actividad de Cáritas en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa dada a conocer ayer retrata un panorama sumamente grave. En el presente y en el largo plazo. La pobreza y la exclusión son más extensas, intensas y crónicas. Crece el número de personas atendidas, la feminización de la pobreza se hace más evidente y esta empieza a tener «cara de niño». Cáritas alerta de que la crisis, más allá de su impacto en las necesidades básicas y materiales, afecta cada día más a las condiciones psicológicas y de autoestima de miles de vascos, y hace que posturas de rechazo, «quitarles las ayudas», «primero los de aquí»... se vayan extendiendo. Esta realidad, la otra cara de una crisis que ha impuesto un lenguaje técnico, plagado de términos del mundo de las finanzas que poca gente comprende, demanda esfuerzos de instituciones y de la sociedad civil que potencien todo el capital social que tiene nuestro país. Políticas sociales inclusivas que pongan especial interés en generar e instalar capacidades en esa gente que tanto sufre, en pasar de lo asistencial a lo promocional.

De lo contrario, construir un futuro donde prime el bien común en Euskal Herria nunca será posible en una sociedad con tantos excluidos.