Crónica | «Ez irentsi. No tragamos»
«Los arrantzales son gente buena, pero con poco futuro»
La iniciativa social se centró en la vida de los arrantzales. Comprobaron lo dura que es y el poco valor que obtienen de la pesca, que, sin embargo, se multiplica en las pescaderías. «Aquí hay mucho chorizo», dijeron.
Juanjo BASTERRA
El turno vigésimoctavo de la iniciativa «Ez irentsi-No tragamos», que se inició el pasado 14 de abril, se centró en la actividad pesquera. A bordo del barco pesquero Urdaibai I de Bermeo, José Pascua y Joseba Argintxona, llevaron adelante una parte del ayuno de dos días que terminaron anoche. Mantuvieron un doble propósito: «Señalar la importancia de la pequeña escala, en todos los órdenes, por su sostenibilidad y adecuación a la realidad humana» y, a la vez, «tras el fallido intento de la pesca de `peces gordos' durante el anterior ayuno que hicimos en Ogoño, encima del mar, sustituir la posibilidad de la caña por las redes de esa pequeña embarcación». Ambos aprovecharon la protesta «para reivindicar la vigencia y la necesidad en estos tiempos de casi desaparición total que vive la pesca artesanal» y reclamaron a los responsables de los gobiernos que «actúen en su defensa como alternativa a la explotación a gran escala y con técnicas devastadoras».
Tras una noche en el mar y después de pasar por la lonja de la Cofradía de Pescadores de la localidad vizcaina, Joseba Argintxona explicó a GARA que «ha sido positivo, porque hemos logrado reivindicar la pequeña escala en todos los órdenes, también en lo económico por ser más humana y sostenible». Estos miembros de la iniciativa «Ez irentsi-No tragamos» comprobaron que «el sector de la pesca artesanal está en la ruina. Todo el sector primario y el de la pesca también».
Una noche a bordo del barco les ha permitido conocer de cerca que «se paga la pesca a precios de hace veinte años», pero cuando se trasladan esas capturas a las pescaderías y a los centros comerciales de los alrededores o de Bilbo, por ejemplo, «su precio se multiplica por cuatro, cinco o seis, pero resulta que quien ha realizado el trabajo más duro es el que menos se lleva en todo el proceso».Por eso, Pascua y Argintxona pasaron una jornada de trabajo duro con los arrantzales desde las seis de la tarde hasta las cuatro de la madrugada. Pero para ellos no terminó ahí, sino que «tras llegar a puerto, ha llegado una cuadrilla de familiares para colocar el pescado en las cajas bien puesto y abierto y limpio en algunas especies, con lo cual el rendimiento que sacan es casi nulo. No da para mantenerse en el futuro».
Intermediarios
Los dos «polizones» reconocieron a las puertas del Mercado de La Ribera que «lo más duro es trabajar de noche, muchas horas y durante años, que tienen un mérito importante». Por eso Pascua y Argintxona dejaron claro que «cuando compramos pescado podemos dudar de quienes intermedian, pero no de los arrantzales, porque arrancan los pocos euros que ganan de una vida durísima. Ellos y sus familiares».
Los dos de la iniciativa «Ez irentsi-No tragamos» reconocieron que «a los arrantzales les ha tragado esa gran industria del mar, no hay pescado y tiene poca salida lo poco que queda».
Joseba Argintxona destacó que «sin profundizar en la finanzas profundas y en la política hay muchos `chorizos'. No hay que hacer muchas averiguaciones. Ni lanzar muchas redes para capturarlos. Están en la superficie y tienen inmunidad».
En el popular Mercado de La Ribera estos dos voluntarios se acercaron para exponer «los chorizos que hemos pescado en nuestra experiencia en el mar», pero, sobre todo, comprobaron que los arrantzales vendieron a un euro el kilogramo de chicharro y en las pescaderías del popular centro comercial estaban por encima de cuatro euros. O que las anchoas se pagaban a medio euro en la lonja de Bermeo, mientras que llegaban a siete euros en las pescaderías.
Con esa diferencia tan importante, Joseba Argintxona y José Pascua entendieron las consecuencias que los arrantzales les explicaron a bordo del Urdaibai I. Porque en realidad, tras horas de esfuerzo «los arrantzales entregan sus capturas casi gratis, para que otros obtengan un enorme beneficio, pero con el sudor de quienes han estado toda la noche sufriendo».