crónica | ensayo y experimento
«Empotrados» en las briosas filas de la Orquesta de Euskadi
Y luego dirán de los decibelios de los conciertos de rock», exclamaba uno de los periodistas asistentes al último ensayo, previo al general de hoy, del programa con el que la Orquesta Sinfónica de Euskadi cierra esta temporada. El de ayer, más que un trabajo, fue un regalo.
Amaia EREÑAGA
Cuatro años de solfeo, casi cinco, pagados con toda la ilusión por unos padres orgullosos de que la «cría» supiera de música, que es muy buena y enriquece mucho..., pero, frente a las partituras, ayer no leía más allá de los silencios. ¿No decían que es como andar en bicicleta? A mí, al menos, se me ha olvidado casi todo. Forzando un poco el símil de los periodistas «empotrados» en los ejércitos en tiempos de guerra, ayer al mediodía periodistas de diferentes medios de comunicación fuimos invitados a «insertarnos» entre los noventa componentes de la Orquesta Sinfónica de Euskadi durante uno de los últimos ensayos -esta mañana tenían el general- del programa con el que cierran la actual temporada de conciertos.
Esta noche y la de mañana, en el auditorio Kursaal de Donostia la OSE ofrecerá un programa titulado «Danzas y gitanerías», que arranca con un homenaje al maestro Escudero en su centenario, en forma de «El sueño de un bailarín», y seguirá con obras populares de Ravel -no faltará un toque a su «Carmen»-, Saint-Säens y, un clásico del siglo XX: las danzas sinfónicas de «West Side Story», de Leonard Bernstein. Las peleas entre las pandillas enfrentadas de los Jets y los Sharks, los amores ente María y Tony, en suma, las canciones y la banda sonora del musical de Broadway y de su versión cinematográfica, dirigida en 1961 por Robert Wise, son parte de nuestro imaginario. Puede sonar rimbombante, pero reto a quien sea a aguantarse los deseos de cantar alguna de sus melodías -pongamos «Mariaaaaa»- en medio de una orquesta que la ataca a todo volúmen... Bien es verdad que Andrés Orozco-Estrada, el director titular de la OSE, nos ofreció la posibilidad de acompañarles, pero el «mambo» gritado por la prensa resultó algo descafeinado. La falta de práctica, supongo.
«Dolby surround»
La idea de vivir la orquesta en «dolby surround» partió del propio Orozco-Estrada, un entusiasta colombiano, director titular de la OSE desde el 2009. Su creciente éxito internacional le ha llevado a cerrar su contrato un año antes de lo previsto, y se irá en el 2013, aunque seguirá vinculado a la formación vasca.
Orozco-Estrada quería hacer un experimento. No es algo extraño, porque también los han hecho durante esta temporada metiéndose en el mundo literario de Kirmen Uribe o incorporando la txalaparta de Oreka TX. En algunos teatros hay asientos para el público en el escenario, pero nunca entre los propios músicos. Esta vez la OSE abría un ensayo y dejaba que la prensa viera sus «intimidades», para acercarnos a una agrupación que, tres décadas después de su fundación, ha consolidado su prestigio y tiene 7.000 abonados.
«La gente piensa que llegamos y tocamos sin más». El comentario venía de uno de los músicos de la zona, me advirtieron, «con más ruido»: por un lado, trompetas; por otro trompas; detrás, percusión; y delante, vientos huracanados. Gracias a la pantalla de protección cedida caballerosamente -lo que no evitó que diera algunos saltos con los platos; es verdad que te ponen de mal humor, como me advirtieron-, la experiencia es revitalizadora... y menos ensordecedora. ¿La de músico es una actividad de riesgo? Sindicatos como CCOO pedían el pasado año medidas de prevención para los profesionales de las orquestas sinfónicas y, de hecho, músicos tanto de la OSE como de la Orquesta de Bilbo han reclamado en los tribunales que se reconozcan enfermedades causadas por su trabajo.