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Fede de los Ríos

Cornadas episcopales

El documento es «la primera acción» de un plan para recuperar España para la Iglesia. Lo llaman «Nueva Evangelización». La vieja la bautizaron «Cruzada de Liberación Nacional»

Ahora que, gracias al acelerador de partículas y al bosón de Higgs hemos descubierto que el vacío no es la nada y que la hipótesis de un Dios creador resulta menos explicativa que un manojo de alcachofas para predecir el futuro en manos de Paco Porras; ahora, una vez más, vienen los de luenga bragueta y falda hasta los pies a golpearnos las meninges con sus ocurrencias. ¡Que no respetan ni los sanfermines, copón!

Siguen, prosiguen y persiguen sin tregua. Peores que los miuras son los negro zaino con divisa blancoamarilla y faja morada de la ganadería episcopal. Que nadie se engañe por su aspecto rechoncho, no son mansos, no, aunque lo parezcan. Son legión los empitonados por los aparentes cabestros. Y muchos lo fueron a temprana edad.

Esta vez, la Conferencia Episcopal Española en pleno embiste contra lo que denominan como «ideología de género» y el matrimonio entre homosexuales. ¡Qué empecinamiento, Dios mío! El último derrote de los morlacos lleva por título «La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar».

La «ideología de género» conduce a la deshumanización del ser humano y a una cultura de muerte, braman al unísono mientras escarban tierra con los cuartos delanteros. Y así mugen quienes llevan colgado del cuello su icono preferido: un individuo clavado de pies y manos a dos maderos entrecruzados con una corona de espinas en la cabeza y en su costado una herida que lo desangra. Todo un canto a la vida, hey.

El citado documento es «la primera acción» de un plan para recuperar España para la Iglesia. Lo llaman «Nueva Evangelización». La vieja la bautizaron «Cruzada de Liberación Nacional». En él embisten contra el «feminismo radical», el «constructivismo» y el «freudo-marxismo» creadores de la «ideología de género». Aducen que las diferencias sexuales biológicas en los humanos determinan tanto lo psíquico como lo cultural y, por ende, los roles sociales correspondientes a machos y hembras. El hombre-hombre y la mujer-mujer o, de lo contrario, el personal se arma un lío. Si uno nace con piltilín en vez de rajita será masculino, como John Wayne, y si con rajita, femenina como Ana Botella.

Así, si uno tiene chorra, puede confesar y oficiar misa. De lo contrario, no. ¿Cuántas tías había en la última cena? Ninguna. ¿Y cuántas apóstolas? Ninguna. Todos machos, todos masculinos (lo de Juan no pasan de ser habladurías). Como en la Conferencia Episcopal: todos luciendo apolíneos cuerpos y huyendo, en todo momento, de lo dionisíaco. Los miembros que la componen, determinados por la especificidad que les dan sus miembros, hacen gala de bruscos ademanes, casi espartanos: el masculino frote de sus enjoyadas manos, (como si se las lavaran), mientras hablan, con ese tono varonil que les caracteriza. Ese porte, ese paso marcial de su caminar y el fru-frú que acompaña el viril roce de las musculosas piernas con los sedosos faldones. ¿Y debajo de las sotanas? No lo dudéis, queridos, nada de corpiños y femeninos ligueros: masculina camiseta calada y slip Abanderado con frenazo.

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