Vaya por delante que comparto las críticas a aquellos colectivos que convocan ruedas de prensa y no admiten preguntas. Por definición, cualquiera que comparezca ante los medios tiene que estar dispuesto a someterse a las cuestiones que plantean los periodistas, incluso aunque no tengan nada que ver con el motivo por el que se organiza la rueda de prensa. Esta es una de las premisas del abc del periodismo. Si no, los periodistas se convierten en meros apuntadores, especialmente en comparecencias que se limitan a que una o dos personas leen un papel, que, para más inri luego te mandan por correo electrónico.

Las ruedas de prensa son para preguntar, pero hay preguntas que van más allá de la práctica periodística. El ejemplo fue la comparecencia de Xabier Mikel Errekondo el martes en el Congreso de los Diputados. En el Telediario de TVE salieron hasta (creo recordar) seis preguntas sobre si condenaba la muerte de Miguel Ángel Blanco hace quince años. Errekondo, una y otra vez, exponía, sin perder la compostura la posición de Amaiur. A continuación, salía en pantalla el portavoz del PP, Alfonso Alonso, diciendo que el contador para la ilegalización de Amaiur sigue contando tras las respuestas de Errekondo.

Una cosa es preguntar y otra participar en una estrategia para criminalizar una opción política. No seré yo quien defienda el periodismo equidistante, el no mojarse. Hay que preguntar y, si se puede, poner contra las cuerdas buscando las incoherencias al compareciente. Pero lo que no es lícito es jugar con las cartas marcadas, acorralar a un portavoz parlamentario exigiéndoles unas normas que no reclaman a los demás. ¿Son los mismos periodistas a los que Rajoy esquivó saliendo corriendo por la puerta de atrás? ¿Por qué no fueron entonces tan mordaces?

Después del rescate del sistema bancario español, propongo que se rescate también el sistema judicial. Si la UE pone miles de millones de euros y puede exigir, ¿por qué no reclama al Estado español que acate las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos?