Da lo mismo que sea un torero jerezano tuerto por un morlaco en la plaza de Zaragoza al que además le multaron los munipas en Hondarribia. Da lo mismo que sea el sheriff de Donibane, voluntario impenitente en regular el tráfico de ese barrio iruindarra y en ayudar a rellenar la bolsa de la compra en los supermercados. Da igual que sean Napoleón o Patata, los kilikis que acaban de cumplir cien años y que, aunque no lo digan, sienten celos porque siempre es Caravinagre el que sale en las fotos. No importa que todas estas fiestas se organicen en torno a un tótem de madera tiznado de hollín en recuerdo de un santo occitano que realmente no existió. Puede ser un imitador de Spiderman tan sigiloso que ni un fotógrafo se dé cuenta de su presencia en la curva de Telefónica. También puede ser una chica anónima con un katxi en la mano bailando el txuntxun de las peñas...

Todos ellos, y muchos más, forman parte de la galería de personajes que dan vida a las fiestas. Sin ellos, no sería lo mismo. Sin ello, de hecho, no habría fiesta.