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Y al despertar, las cadenas de Merkel y Rajoy estaban en mis tobillos

Alberto PRADILLA

El año pasado, Irati Jiménez nos habló de la sanferminalipsis. Entre el 6 y el 14 de julio, Iruñea entra en una elipsis temporal, un bucle en el espacio-tiempo, el «Mundo Feliz» de Aldous Huxley. La única diferencia es que, en lugar de Soma, los iruindarras mitigan sus penas a base de sangría, magras con tomate y, «morcillas amarillas», que es la forma en la que alguien denominó el relleno durante la corrida de toros del día 8. Es difícil explicar esta sensación de irrealidad. Llegados al paso del ecuador, uno piensa que la vida se va a prolongar siempre de esta misma manera. Que el paraíso que prometen los cristianos es la mezcla del tendido de sol, el éxtasis del día del txupinazo y la satisfacción de que la cerveza vuelva a cruzar por nuestro maltratado y convulso gaznate.

Aviso para los amantes de las series: vamos con un «spoiler». Quien no haya visto la serie «Fringe» y la tenga en su calendario de descargas, que pase al siguiente párrafo. Sanfermines son como el mundo alternativo de la obra de JJ Abrahams. Pequeños «flashbacks» nos hacen pensar que existe un mundo alternativo. Otra realidad.

Habitualmente, un vistazo a los titulares de la prensa española nos recuerdan que, al margen de todo esto, la vida sigue fluyendo. Este año, las grietas entre el mundo de los ebrios y la jodida realidad se ha endurecido. No es cuestión de frivolizar. Es una ducha de jodida realidad. Anteayer, el Estado español pasándose por el arco del triunfo del Derecho la sentencia europea sobre la denominada «doctrina Parot». Luego, los mineros, llenando las calles de Madrid de dignidad y pelea. Para rematar la jugada, el presidente español, Mariano Rajoy, anuncia un hachazo que él mismo negó bastantes mas veces que el bueno de Pedro a Cristo.

Cuando hoy (nota: por ayer) he sido sacudido por el enésimo tijeretazo del presidente español o por los guantazos que se comieron los mineros, he sido sacudido por un puñetazo de realidad. Normalmente, las cosas que ocurren al margen de toda esta vorágine suenan a un Albernativo a mostos.

Pero en este caso no es así. Puede que sea cierto y que Iruñea entre en un bucle. Jamás en mi vida lo criticaré. Pero tengo la sensación de que cuando me despierte, las cadenas de Merkel y Rajoy estarán en mis tobillos.

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