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Menos mara que otras veces y bolsillos divididos entre el bar y la licorería
¿Más o menos gente? ¿El hachazo a los bolsillos afecta a la asistencia sanferminera? Este año, las fiestas son una curva, con su primer pico entre el 6 y el 8 y el segundo, expectante, el 14. Según los camareros, expertos conocedores de las realidades de la vieja Iruñea, se ve menos mara que otros años. Y, sobre todo, con el parné centrado en las licorerías improvisadas, permitidas este año por el Consistorio. Cuidado con el 14, que con la subida del IVA, todo es más caro.
Alberto PRADILLA | IRUÑEA
Todos los años se dice lo mismo. Que si los sanfermines van para abajo, que si esto ya no es lo que era. Si se cumpliese el mantra del agorero, hace decenios que estas fiestas tendrían las calles más vacías que la Gran Vía en la pesadilla de «Abre los ojos», la segunda película de Alejandro Amenábar. Una retahíla que se desmonta a la velocidad del rayo cuando uno intenta atravesar la calle Mercaderes entre peñas tambaleantes, forasteros inconscientes en el suelo y toda esa fauna que conforma el caleidoscopio blanquirrojo. A este tópico habitual se le suma, en esta edición, la crisis económica y el desmantelamiento de los derechos sociales que lleva a cabo el Gobierno español del PP. Los sanfermines siguen siendo nueve días pero los puestos de trabajo desaparecen y los bolsillos se vacían. ¿Habrá provocado esto un descenso en el número de visitantes?
«No hay menos gente, pero sí que se nota mucho más botellón», señalan en el bar DomLluís, en la esquina entre San Nicolás y Pozoblanco. «Seguro que todo el mundo te dice lo mismo», insisten. La sabiduría de las personas que resisten detrás de la barra podría considerarse sentido común. En efecto. La mara sigue inundando las calles de Iruñea, aunque han ajustado sus presupuestos y buscan alternativas a los bares. Y eso que los precios no se han disparado. En las tabernas populares, en las zonas más castas de Iruñea, la factura sigue siendo la misma. Pero este año se han encontrado con un nuevo enemigo: los innumerables comercios a los que el Ayuntamiento ha dado licencia especial para servir alpiste. Litronas con precios que oscilan entre los dos y los tres euros. Una competencia que ha molestado al sector hostelero.
No es nuevo
«El fin de semana sí que había mucha gente, como siempre. Aunque también se ha notado el botellón», indica Leire Saralegi, del Iruñazarra. Ella misma lo reconoce: «no doy ninguna primicia». También es cierto que en estas fiestas está todo inventado. Luego saldrán los sanferminólogos a explicar la curvatura de la asistencia y hasta podrán hacer gráficos. Pero siempre es lo mismo.
Los primeros días hubo invasión. Y luego la cosa se relaja. Pero hay una cosa que si no decimos, reventamos. Por favor: la lógica «emborracharse, acosar a las camareras y luego pegarse» no es aceptable. Es repugnante desde la «a» hasta la «z». Cualquiera que estuviese el fin de semana en el Iruñazarra sabe de eso. En Iruñea hay gusto por la acogida. Pero tampoco es cuestión de que se ofrezca la mano y te cojan el brazo y todo lo que no es el brazo. Lo dicho: inaceptable.
Tras este paréntesis, volvemos a la pregunta: «¿Más gente o menos?» En esto, hay opiniones para todo. La tónica general es que el número de asistentes se ha relajado ligeramente, tal y como indica Erruki Ezkurra, también del Iruñazarra. Aunque, como en botica, hay visiones para todo. «Hemos tenido menos gente, pero los que vienen consumen bien», asegura Lorea Lasa, del Mesón de la Tortilla, en Nabarreria. También ella percibe que las botellas adquiridas en otros locales no hosteleros son los nuevos invitados de la fiesta.
Con la botella directamente
«Viene gente directamente con las botellas y te pide hielos. Nosotros les decimos que no», nos dice una camarera del Dom Lluís. Por decencia, también podrían, al menos, pedir las cocacolas en el bar. Pero ni eso. Las basuras son también un buen termómetro para medir dónde consigue cada uno su grado de etilometría. «La gente te entra directamente con las botellas, y al limpiar luego eso se nota», señala Lorea Lasa, del Mesón de la Tortilla. Sobre el número de asistentes, la camarera da la clave sobre un día 7 especialmente flojo pese a ser sábado. «Todo el mundo cogió el 6 con muchas ganas. Luego se paga la resaca».
No solo de alpiste vive el homínido sanferminero. También el buen yantar es costumbre en esta Iruñea bacanal. Kana, camarero del Arrano, indica que, en general, el número de comensales es el mismo. Aunque sí que se ha notado algún bajón que no entraba en la media. Sin embargo, los condicionantes económicos se notan a la hora de las comandas. «Se piden menos vinos especiales, el gasto es menos estupendo», indica.
La gran incógnita es saber cómo responderá el público ante el segundo fin de semana. Este año, los sanfermines han sido una curvatura. Y con el 14 en pleno sábado, hay otra oportunidad para que las calles vuevan a estar a reventar. También hay que tener en cuenta una cosa: el hachazo de Mariano Rajoy y la subida del IVA entrará en vigor tras el Consejo de Ministros españoles el viernes. Y esto nos llevará a otra pregunta: «¿Habrá cubatas más caros por la intervención del Estado español?»
Los lateros, personas que suministran latas de cerveza en las calles en cualquier lugar y circunsatancia, han irrumpido en sanfermines. Otros años hicieron su aparición de forma tímida, como asomando la cabeza. Este año ha sido el de la implosión. Carros populares, carritos de la compra, mochilas y cualquier recipiente. De día y de noche. Como en las calles de Barcelona, la frase «servesa, beer, amigo», ha llegado a los sanfermines para quedarse. También habrá que decir que los permisos municipales para que cualquier tienda se reconvierta en licorería durante las fiestas lo ha facilitado.
Que se lo digan, si no, a la tienda de fotocopias de una calle de Alde Zaharra que, lo único de copistería que le queda es la máquina que solo sirve para apilar litronas. Más de un centenar de locales como este han surgido durante este año, beneficiándose del aval del Ayuntamiento de Iruñea.
Claro, que no siempre es todo tan barato como pretenden pintarlo. Si no, que expliquen a los clientes de alguno de estos comercios como seran capaces de clavar hasta dos euros y medio por una lata de cerveza, precio que se alargaba hasta los cuatro en el caso de una litrona.
Las facturas estancadas en los bares permiten que no se genere una fuga masiva. Pero los bolsillos tienen un agujero más profundo que la capa de ozono. Desde las asociaciones de hosteleros se ha criticado la facilidad para mutar de ciertos locales. Parece difícil adecuar todo. A.P.