Sí, claro, nos ponemos hiperbólicos para intentar recalcar las ideas primarias o las ocurrencias secundarias. Se nos caen los adjetivos descalificativos con una ligereza sin paliativos. No es la ponderación lo que acuna nuestras opiniones más inmediatas. En ocasiones para bien, para fijar la postura. En otras, para reafirmarse y, en muchas más, para seguir una corriente de opinión. Los amantes de las entrevistas, por cierto, género desaparecido o adulterado en la televisión de modo general, calificamos a los entrevistados por la cantidad de ideas encadenadas que pueden proponer pese a las preguntas más mediocres que se les plantee. Para entendernos, lo contrario que Pedro Ruiz, que es una máquina de prefabricar aforismos chatos que coloca sin parar sea la pregunta que sea.

Viene el cuento anterior a una declaraciones de Susana Griso, presentadora de «Espejo Público» en Antena 3, un programa consistente que compite con donosura en las mañanas televisivas, que acaba de declarar: «Basta ya de criticar a Sara Carbonero con esta saña, es como una lapidación». Tendente al abstracto impresionista, yo entendí, «depilación», y me hizo reír la comparación, le atribuí a la anunciante de productos con efecto lavativa un cinismo que no se correspondía con su abuso del bótox. Había dicho lapidación. Una exageración que abunda en lo que la propia Carbonero había argumentando sobre la Inquisición y la quema en las hogueras.

Me temo que se admite de muy malas maneras la crítica. Y probablemente en las redes sociales se exageró con la descalificación absoluta de la periodista de Tele 5, pero uno siente la imposición de una presión para conseguir la impunidad. ¿No se puede criticar a Sara Carbonero por ser guapa, anunciante de acondicionador de pelo o novia de un santo? Lo del penalti de Iniesta entra en los anales de la incapacidad. Y si además, se pone de los nervios y se enfrenta a fotógrafos por las calles, su futuro está muy cuestionado. ¿Qué hacemos con Pilar Rubio? Otra guapa caída en desgracia que en las redes sociales ha sido estos días fuente de inspiración de los mayores sarcasmos. La peor crítica la ha hecho Paolo Vasile: suspender el programa.