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Jon Odriozola Periodista

No somos Uganda (y III)

¿Diré que vivimos en un mundo de locos? ¿Seré yo un humanista burgués? No, no diré eso. Diré que el capitalismo nos vuelve majaras y seres extraños unos para otros. Hay que acabar con esto. Es una cuestión de salud pública

La maldita dispepsia que sufro me urge desatorarme ciscándome en los deudos que patrocinan los recortes al pueblo español. A Rajoy solo le falta ceñirse un pañuelo en la cara para ocultar el rostro y apuntar con un revólver mientras desgranaba sus «ajustes» antipopulares, como los bandoleros que asaltaban diligencias en las películas del oeste que veíamos de críos en las matinales de cine (los que ya somos carrocillas). Hace un par de semanas, una parásita, hija de un corrupto, de casta le viene al galgo, decía a los parados «que se jodan». La bancada pepera aplaude las medidas de su líder haciendo sonrojar al mismísimo Marqués de Sade. Siempre digo lo mismo, pero nadie me cree: son fascistas o socialfascistas (PSOE), un Jano bifronte, berdin da.

Pero prometí una tercera entrega sobre este rollo de «No somos Uganda» que dijera Rajoy en un SMS a de Guindos, ministro de la cosa,para que sacara pecho ante «la» Merkel. Pues nada, vamos a ello y digamos qué pasa en las «sociedades avanzadas» (aclaro que no me he vuelto anacoreta ni ermitaño: ¡viva el ron y Long John Silver!).

La tierra es poseída por unos pocos (a la Duquesa de Alba hay que reírle sus chocheces). El personal vive hacinado en espacios urbanos contaminados en los que la posesión de un puñado de metros cuadrados suponen la inversión de años de trabajo para que ,al final, si no pagas la hipoteca de los vampiros bancarios, te deshaucien (depende de dónde vaya la hache intercalada). No hay mucho tiempo libre, se teme el silencio o, peor, hablar a las claras por si las moscas (las flai). Hay que ser eficiente y productivo y trabajar como una res (los parados, ya lo dijo la diputada, «que se jodan»). Y aturdirse con la televisión y sus drogas como el «fúmbol» (donde, por cierto, by the way, la afición gpañola pitaba los himnos de los rivales en la recién Eurocopa, cosas del «a por ellos» y el «soy español, pañol, pañós», lema aleccionador, edificante, muy freudiano). A ver, qué más, ah, sí, la competitividad y el control de unos sobre otros. Cagondios, se me acaba la tinta del boli (yo sigo con el «bic»). Siempre, amigos, hay alguien que te putea (esto ya lo dije alguna vez). Con dolo o culposamente (vayan al Derecho Penal). Víctimas y victimarios. Yo he sido, no me escurro, las dos cosas. Sé de lo que hablo. Incluso sé que sé, he ahí el delito calderoniano y antisocrático (por haber nacido y por el «sé que no sé nada»).

Quisiera acabar aquí, incluso morir, pero todavía faltan unas líneas para completar este «Jo Puntua». En la primera entrega escribí que no quiero pasar por un ecologista transterrado que añora idílicas edades de oro virgilianas. Dije que amo -no que adore- el progreso, la ciudad, la amistad y los bares. Lo mantengo. Y eso que me viven en el  monte (antes vivía frente al mar). No me molesta que la gente huela mal. Al revés, sospecho de los que se duchan a diario y no beben, que diría el fantasma de Baudelaire. Hay quien ni come: ¡que se jodan! ¿Diré ahora que vivimos en un mundo de locos? ¿Seré yo un humanista burgués? No, no diré eso. Diré que el capitalismo nos vuelve majaras y seres extraños unos para otros. Hay que acabar con esto. Es una cuestión de salud pública.

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