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CRíTICA: «Desechos»

Entrar en el armario

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Mikel INSAUSTI

Lo último que se había estrenado del ibicenco David Marqués era su comedia sobre la picaresca en el mundo del fútbol «En fuera de juego», y tal como están las cosas puede que no vaya a recibir otro encargo semejante dentro del cine comercial. Por eso cobra pleno sentido la recuperación tardía de su anterior realización «Desechos», perteneciente a la trilogía independiente que se completa con «Cualquiera» y «Aislados». Los tres títulos constituyen un ejemplo perfecto del cine hecho sin medios y con espíritu de colaboración desinteresada por parte del equipo técnico y artístico, ya que de ahora en adelante todo apunta a que se constituirá en la obligada forma de producción autogestionada para la mayoría de cineastas en el Estado español, fruto de la letal acción conjunta de los recortes y la presión fiscal en Cultura.

Vista en este preciso momento, «Desechos» se convierte en una comedia plenamente coyuntural, que sirve como metáfora de la propia situación crítica por la que atraviesa el cine, y que no es sino un reflejo de la que vive una sociedad endeudada. Los personajes parecen hijos de la protagonista de «Carmina o revienta», porque ya no son ni los pícaros de siempre, sino simples supervivientes obligados a forzar el ingenio y la cara dura ante las circunstancias adversas.

La hipotesis de trabajo que propone David Marqués es tan desconcertante como demoledora, al rebasar cualquier realidad conocida sobre la infravivienda y llevarla hasta el delirio y el absurdo total. Cuando los dos compañeros de piso ya no tienen habitaciones que realquilar recurren a acondicionar un armario empotrado. A lo surrealista de la premisa le sigue el hecho de que encuentran gente interesada en el anuncio, para quienes la habitalidad en el más reducido de los espacios no supone ninguna humillación, más bien una reafirmación de la naturaleza adaptable del ser humano. El recién llegado además de superar el reto pasa a liderar la búsqueda de alternativas económicas por la vía rápida y saltándose la ley.

A Fernando Tejero se le ve más suelto en el estilo de rodaje entre colegas, libre de las presiones de la industria y autoparodiándose en su condición de actor.

 

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