El pasado 13 de julio, el consejo de ministros español hizo pública la modificación al alza del impuesto sobre el valor añadido (IVA) imputado a los productos y servicios culturales. La subida más gravosa es la aplicada a las artes escénicas y el cine: del 8% al 21%.

La medida, contestada de modo unánime por todos los agentes culturales del Estado español, amenaza la supervivencia del sector, ya maltratado por la crisis y los recortes de inversiones y ayudas comenzadas por Rodríguez Zapatero en 2010.

Además, este alza implicará una fuerte subida en las entradas para espectáculos de música, danza, teatro y cine, dificultando todavía más el acceso de la ciudadanía a la cultura. En palabras de Anjel Valdés, de la editorial y discográfica Elkar, «hacer recaer la subida de impuestos sobre la salud, la educación y la cultura es torpedear los pilares en los que se asientan la sociedad y el mismo individuo».

Los museos que no sean de titularidad pública soportarán un alza del 8% al 10%. El sector del libro impreso se salva al mantenerse la tasa reducida del 4%.

Al tiempo que se duda de la efectividad recaudatoria de esta muy impopular medida en el sector, el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, ha terminado de indignar a empresarios y profesionales sugiriendo que sean estos quienes soporten la subida y mantengan los precios de los productos y entradas.

Las artes y las industrias culturales generaran importantes ingresos en Euskal Herria. Por ejemplo, en la CAV fueron 463 millones de euros y más de 3.000 empleos, según datos de la Estadística de las Artes y las Industrias Culturales de 2009.

El sector teatral, a nivel estatal, mueve anualmente una cifra cercana a los 250 millones de euros y da trabajo a unas 20.000 personas según la información que aportan los indicadores culturales elaborados por el Ministerio de Cultura. Todos estos puestos de empleo corren serio riesgo de desaparecer.

Este alza coloca al Estado español a la cabeza de sus socios en la zona euro al aplicar el IVA más alto a la cultura.

Preocupación y contestación

Con fecha de 17 de julio, la consejera de Cultura de Lakua, Blanca Urgell, dirigió una carta al ministro Wert pidiéndole que reconsidere la postura que él y su Gobierno impulsan.

En palabras de Urgell, el incremento del IVA «constituye más que una amenaza a las posibilidades de continuidad de un sector de por sí siempre precario, afectado sobremanera por la crisis económica» y que acarreará la reducción del consumo cultural a lo «estrictamente necesario».

Recordando que el cultural es un sector «estructuralmente débil», opina que la medida denota una «escasa sensibilidad y conocimiento del mundo de la cultura».

Para la consejera Urgell, «es como si se hubiese decidido rematar al moribundo».

Parecidos argumentos han utilizado las organizaciones que agrupan a las empresas y profesionales de las artes escénicas de nuestro país, como la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultural de Nafarroa y Eskena (Empresas de Producción Escénica Asociadas de la CAV). En opinión de esta última alejará a los ciudadanos de «las salas teatrales» y traerá la «disminución de la producción teatral y el cierre de salas privadas». Unido esto a la progresiva disminución de las programaciones públicas (casi un 50%), la ruina del sector es inminente.

Cine y música

Ahogados por la piratería, los distribuidores y exhibidores de cine pronostican el cierre del 70% de las salas de todo el Estado español; la repercusión para actores y productores es directa.

Para José Angel Serrano, presidente de la Asociación de Promotores Musicales Vascos (EUPREL), el ministro Wert es un «irresponsable» que en modo alguno tiene derecho a decir a los empresarios que sean ellos quienes absorban la subida a cuenta de sus beneficios: «Nuestra industria es como cualquier otra y nuestro IVA repercute en el consumidor. La subida, desproporcionada y brutal. Los grupos han bajado su caché, pero a pesar de todo estamos echando gente y esta carga abusiva va a obligar a cerrar a muchas empresas. Hay que tener en cuenta toda la serie de variables negativas, como el desempleo, que hacen que la gente se lo piense mucho antes de consumir y esto lo empeora todo».

Del mismo modo se expresa el promotor catalán Gay Mercader: «Va a ser dramático para las editoriales de libros y para muchas otras cosas, porque la cultura no es algo que la gente consuma tan alegremente: cuesta vender libros, entradas... no se vende todo y hay muchos conciertos que no se llenan».

Admitiendo que el disco saldrá perjudicado, igual que el cine, Anjel Valdés cree que los espectáculos en directo son los grandes perjudicados y que la «misma existencia de la figura del promotor está en peligro».

Señala un problema añadido: «El golpe será grande para culturas minorizadas y con mercados pequeños -como la nuestra- que necesitan ayuda y promoción. Estas medidas siempre van en contra de emprendimientos, y culturas, pequeños. Los grandes tienen recursos». Sin embargo, cree que «la cultura encontrará el camino para seguir adelante y hacerse valer».