GARA > Idatzia > Kultura

Udate

Aviñón, la gran villa-teatro

Desde 1947, fecha en la que el mítico Jean Viar fundó su Festival de Teatro, la ciudad francesa de Aviñón se convierte todos los veranos en una inmensa feria y un lugar de encuentro para compañías de todo el mundo. Su Palacio Papal está teniendo este año un aire predominantemente británico; y, en sus escenarios, críticas a los bancos.

p045_f01.jpg

Texto: Amaia EREÑAGA
Fotografías: Gerard JULIEN, Anne-Christine POUJULAT Y Boris HORVAR / AFP

Siempre he amado el teatro. Enseña sin tapujos cosas que los adultos tratamos de ocultar en nuestra vida cotidiana Es un armario lleno de sorpresas». La reflexión es de John Berger, el escritor y crítico británico, autor de trabajos como «G», novela ganadora del prestigioso Booker Prize en 1972. Instalado en el Estado francés desde hace algún tiempo, a sus casi 86 años se ha subido a principios de este mes al escenario situado en el corte de honor del Palacio Papal de Aviñón para leer, acompañado por su hija Katya, un texto sobre la metafísica de la relación paterno--filial. La presencia de invitados como John Berger no es extraña en un festival como el de Aviñón y menos teniendo en cuenta la amistad que, desde hace dos décadas, le une con el reconocido actor y director británico Simon McBurney, el artista asociado de esta edición. ¿Pero qué es un artista asociado y, sobre todo, qué hace tan especial al Festival de Aviñón?

Empecemos con los números: por este festival, que se prolonga casi durante un mes -arrancó el 7 de julio y finaliza el próximo sábado 28-, se han podido ver una cuarentena de obras teatrales y de danza divididas en más de 300 representaciones y repartidas por una veintena de emplazamientos, la mayoría al aire libre. El festival vende todos los años un promedio de 130.000 entradas, con espectadores mayoritariamente franceses, aunque cada vez atrae a más extranjeros gracias a los subtítulos en inglés. La oferta está dividida en el festival «in» -es decir, los grandes montajes que cuentan con un generoso presupuesto- y el «off», una de las ferias de teatro independiente más importantes del mundo, aunque bastante ruinosa en lo económico para las compañías -tiene pocas ayudas y deben pagarse sus gastos-. Tiene, eso sí, el importante aliciente de que se dan a conocer a los programadores y la prensa. Este año, el «in» y el «on» han coincidido en las mismas fechas... con la locura que supone intentar seleccionar entre toda la oferta.

El epicentro del festival es la corte de honor del Palacio Papal, un monumento clasificado como patrimonio mundial por la Unesco, y que acogió allá por 1947 la tragedia shakesperiana del rey Ricardo II en versión de Jean Viar. De aquel Viar, uno de los fundadores del Théâtre National Populaire que abogaba por la escena como un servicio público, celebran este año el centenario de su nacimiento con una serie de exposiciones. Viar marcó mucho, no en vano dirigió el festival hasta su muerte, en 1971. Y de aquel teatro combativo todavía queda algún rescoldo, a la vista de las propuestas que se han podido ver en este festival en el que, por cierto, también se puede aprovechar para, de paso, aprender francés -el centro universitario de estudios franceses (CUEFA) ofrece cursos de tres semanas, con prácticas teatrales incluidas-.

Tres horas... y casi cuatro

A Viar le sustituyó en la dirección el dúo formado por Hortense Archambault y Vincent Baudriller -sus ruedas de prensa tienen fama de ser plomizas-, y cada año se invita a un creador que, como artista asociado, da su propio toque al certamen. El de este año es Simon McBruney, uno de los directores y dramaturgos punteros del momento, que ha trabajado en Broadway, donde dirigió a Al Pacino en «El resistible ascenso de Arturo Ui», y le ha dado un toque «británico» a esta edición. Su versión de «El maestro y Marguerite», del escritor ruso Mikhaïl Boulgakov, sin embargo, no apasionó a la crítica. Gustó, pero no les volvió locos... y en Aviñón, la crítica se suele entusiasmar bastante. Su montaje -3 horas- y el texto de Berger eran la parte del león de la programación del escenario principal.

En esta última parte del festival repiten también algunos de los platos fuertes de la programación de este año. Ese es el caso de la compañía inglesa 1927, que lleva nada menos que dos años de gira con «The Animals and Children Took to the Streets» (Los animales y los niños salen a la calle), una preciosa y amarga metáfora, delicada y divertida y con una lectura muy política que bebe del lenguaje del cine mudo.

Su historia es curiosa porque Paul Barritt, en aquel entonces profesor de filosofía, escuchó un día hablar por la radio a Suzanne Andrade, una actriz con aire a lo Louise Brooks. Empezaron por el circuito alternativo de Londres, bautizaron a su compañía con el año en el que se estrenó «El cantor de jazz», la primera película hablada, y terminaron actuando en el National Theater con obras como este «The Animals and Children Took to the Streets», que tiene música en directo y un aire a lo Brecht y Kurt Weill, tanto en el fondo -un mundo con clases sociales en lucha- y la forma. Otro de los títulos más esperados de este edición era «Los contratos del comerciante. Una comedia económica», del director alemán Nicolas Stemann. Sin embargo, su estreno el pasado fin de semana resultó bastante accidentado: no se pudo instalar el decorado debido al fuerte viento que soplaba y parte del público desertó debido a la larga duración -¡3 horas y 45 minutos!-, aunque, si hay que hacer caso a la crítica especializada, quedarse debió de merecer la pena.

El premio Nobel austriaco Elfriede Jelinek escribió esta obra antes de la crisis financiera, y en ella desmonta con ferocidad todos sus tejemanejes a través de la caída de dos bancos austríacos: el banco sindical Bawag, que especula con los salarios de los trabajadores, y el privado Meinl Bank, que dilapida el dinero de los inversores.

También repite estos días el director de la Schaubühne de Berlín, Thomas Ostermeier, después un fin de semana de ovaciones por la representación de «Ein Volksfeind» (Un enemigo del pueblo). La obra, que es una relectura contemporánea de «La casa de muñecas», de Henrik Ibsen, ha sido uno de los descubrimientos del festival... con debate incluido entre los actores y el público, sobre el tema de la crisis de la democracia. Teatro de acción directa, nuevamente.

Y dos curiosidades para terminar: una, que en esta edición hay una sección en el «off» denominada «Aviñón a la catalana», dedicada al teatro catalán. Tiene su miga, porque el instituto Ramon Llull, sobre cuyo ejemplo se creó nuestro instituto Etxepare, ha conseguido que el teatro en catalán sea uno de los protagonistas, aunque a cambio de una inversión de 140.000 euros para que ocho compañías puedan mostrar su trabajo en la ciudad francesa. Segunda curiosidad: el bailarín y performer Steven Cohen. «Sudafricano, blanco, judío y homosexual», como se define, ha sido una de las presencias más impactantes del festival. Cohen ha elegido la cripta situada el escenario principal para recrear en cincuenta tensos minutos la historia de un joven de 17 años -una historia real- que murió en el Holocausto.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo