Ainara Lertxundi Periodista
El «sadismo» de Gallardón
Confieso que cuando leí la noticia quedé estupefacta, pensé que podía haber una segunda interpretación o que la mano del diario conservador que la publicó podía tener algo que ver. Pero, no. Pasados los días, el propio ministro de Justicia español, Alberto Ruiz-Gallardón, se ha encargado de reafirmar sus planes, cuando menos, sádicos. Y no soy yo quien lo dice. Son muchas las voces que desde la sensatez y el respeto a una vida digna han lanzado su voz contra los planes de Gallardón, el otrora considerado «moderado» del PP, de eliminar el supuesto de malformación del feto de la ley del aborto.
Las Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública hablan directamente de «flagrante sadismo incomprensible e intolerable en una sociedad desarrollada» y se preguntan cómo podrán las familias hacer frente al coste económico y moral que supone ver a diario a un hijo paralizado, con deformaciones en pies, piernas y espalda, sondado de manera casi constante y obligado a pasar la mayor parte del tiempo en una cama de hospital, a la espera de una operación tras otra.
Gallardón se aferra al derecho de los discapacitados «nacidos y por nacer» a no ser discriminados. Debería ser consciente de que ninguna ley, y menos el deseo de satisfacer a una parte del electorado de corte fundamentalista, puede «obligar al sufrimiento», tal y como afirma el neurocirujano infantil Javier Esparza en una carta abierta al ministro publicada en un periódico de ámbito estatal. En ella enfatiza que «estas anomalías -que realmente suponen el 1% de los abortos- causan un enorme padecimiento a los propios niños».
De aprobarse la nueva ley, se calcula que al año habría de 1.200 a 1.400 casos de niños con espina bífida. Cabe preguntarse cómo hará frente el Gobierno español a esta realidad cuando está suprimiendo todas las ayudas a la dependencia
A este paso solo falta que institucionalicen a la monja María Gómez Valbuena, imputada por el robo de bebés a mujeres «descarriadas y de la mala vida», incapaces de dar a esas criaturas una educación «cristiana y como Dios manda».