CRíTICA: «El irlandés»
Preparando la vuelta de John Ford a Connemara
Mikel INSAUSTI
Brendan Gleeson se encuentra en el mejor momento de su carrera, sirviendo de impulsor internacional para el cine irlandés. A la espera de que se confirme su caracterización como Victor McLaglen en «Connemara Days», película sobre el rodaje de «El hombre tranquilo», son los hermanos McDonagh los que parecen captar el significado de esa conexión irlandesa establecida en torno al fornido y entrañable actor pelirrojo que vive en Malahide. Primero lo dirigió Martin McDonagh en «Escondidos en Brujas», y ahora es John Michael McDonagh el que toma el relevo con otra comedia negra, que gana en sabor y esencia localistas a la ópera prima de su hermano pequeño.
Es también el mayor de los McDonagh el receptor de la herencia fordiana, pues «El irlandés», originalmente titulada «The Guard», está llena de guiños al maestro, que a su vez se hacen extensibles a una estética de spaghetti-western, propiciada por la banda sonora compuesta e interpretada por Calexico. La escena del duelo final tiene aires de «Grupo salvaje», remarcados por el tema fronterizo aportado por la formación musical de Arizona. No se trata de ninguna excentricidad o exotismo fuera de lugar, por cuanto el desarrollo argumental lo justifica plenamente con la llegada a Galway de un agente de policía del FBI, que no pasa desapercibido entre los lugareños al ser de raza negra.
La pareja «café con leche» que el afroamericano Don Cheadle forma junto al nativo Brendan Gleeson homenajea a las buddy movies de los 80, a la vez que refuerza el tono de comedia que John Michael quiere imprimir a su película. Hay que tener en cuenta que el personaje central del agente de la Garda, llamado Gerry Boyle, puede resultar desconcertante fuera de su país. A nivel comercial el éxito de «The Guard» en los cines irlandeses es comparable al del Torrente español, pero entre ambos media todo un abismo cultural de cara a la comprensión en sus respectivos entornos. El agente Boyle es igualmente una mina, gracias a un diseño que lo hace diferente, por lo que uno sale del cine deseando que haya más futuras entregas de sus desganadas investigaciones en medio de la nada.