Tras asegurar Damasco, el régimen lanza la batalla decisiva en Alepo
De Damasco a Alepo. Los rebeldes parecen enfrascados en una estrategia que busca desgastar al régimen con escaramuzas en las principales ciudades sirias, ajenas hasta ayer a 16 meses de revuelta. Periodistas y opositores sitúan ahora a la capital económica del país, cercana a la frontera con Turquía como epicentro de una batalla decisiva, en la que Ejército y rebeldes estarían concentrando sus fuerzas.
GARA | ALEPO
La ciudad de Alepo, capital económica de Siria, era escenario ayer del sexto día de enfrentamientos armados entre los rebeldes y el Ejército sirio, que ultimaba la reconquista del último reducto de la resistencia armada en Damasco.
La metrópoli siria del norte, ajena en los últimos 16 meses a la revuelta, se ha convertido en el frente de guerra más activo en las últimas horas.
La agencia AFP recogía las declaraciones del corresponsal de un diario sirio en la ciudad, en las que alertaba, sin ser identificado, que «cientos de rebeldes llegados de toda la parte norte de Siria están llegando a Alepo en lo que parece va a ser la batalla decisiva».
Rami Abdel Rahmane, presidente del opositor Observatorio sirio de derechos humanos (OSDH), con sede en Londres, confirmaba estas informaciones y añadía que «en las últimas 48 horas han llegado refuerzos del Ejército sirio por la carretera internacional Damasco-Alepo. El martes, los rebeldes intentaron frenar su avance con emboscadas a un convoy militar en la carretera entre Maaret el-Noomane y Jan Cheikhun (al sur de la ciudad)», indicó Rahmane, para añadir que «hemos registrado otro ataque en Ariha».
Fabrice Balanche, geógrafo y director del Grupo e Investigación y Estudios sobre el Mediterráneo y Oriente Medio, señaló a la agencia francesa que los rebeldes controlarían los barrios periféricos y pobres del nordeste (Tarik el-Bab) y sudeste (Salaheddine). Asimismo, los barrios informales de la aglomeración de Alepo, en los que la población proviene del las zonas rurales, y preferentemente suní o kurda, serían favorables a la oposición. Por contra, los barrios del centro y del oeste, poblados por la burguesía, los cristianos y los alepíes de origen serían defensores del régimen.
Distribución confesional
Los árabes suníes representan el 65% de la población y los kurdos, concentrados en el norte de la ciudad, el 20%. Los cristianos representan el 10%, entre armenios, siríacos, griegos católicos y maronitas. Por contra, los alauíes, confesión chií a la que pertenece el clan de los Al-Assad, (5%) no están agrupados en una zona concreta, al contrario de lo que ocurre en Damasco y en la ciudad de Homs.
Con 2,5 millones de habitantes, Alepo fue la segunda ciudad del imperio otomano y es un importante centro comercial e industrial, especializado durante decenios en el sector textil (el algodón es una de las riquezas del país). Situada en la Ruta de la Seda, Alepo fue la capital de una vasta región que cubría el sudeste de Anatolia y las planicies del norte hasta el final de la I Guerra Mundial.
El centro histórico de la ciudad, reputado por su zoco y por sus villas burguesas que datan del período otomano y del mandato francés, fue declarado patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco en 1986.
Castigada por el régimen por el apoyo de los comerciantes de la ciudad a la revuelta de los Hermanos Musulmanes, ahogada en sangre en Hama en 1982, la ciudad sufrió, asimismo, el acuerdo de libre comercio firmado con Turquía en 2005 y muchas pequeñas empresas cerraron por la imposibilidad de competir con las firmas turcas. Pero los alepíes, conocidos por su sentido empresarial, supieron sobreponerse y competir desarrollando los sectores agroalimentario y farmaceútico. «Alepo estaba en calma por su impulso económico, que la volvió a agraciar a los ojos del régimen tras 10 años de castigo», apuntó el geógrafo francés.
Y todo apunta a que el régimen de Bashar al-Assad no tiene intención alguna de perderla. Tras haber recuperado el control de toda la periferia de la capital política, la atención se centraba en Alepo.
El opositor OSDH aseguró que el Ejército bombardeaba ayer con helicópteros el barrio de Bustane al-Kasr y denunció una cifra indeterminada de «muertos y heridos». Informó a su vez de combates en otros sectores del extrarradio de la ciudad y su portavoz, Rahmane, aseguró que aviones militares sobrevolaban el cielo de Alepo «superando la barrera del sonido aunque sin bombardear».
Movimiento de Turquía
En este contexto, Turquía anunció el cierre de sus puestos fronterizos y lo justificó por el ataque a un convoy de una treinte- na de camiones turcos, ataque que imputó al régimen.
La frontera sirio-turca, de 877 kilómetros, tiene siete puestos fronterizos, y dos de ellos están en manos de los rebeldes, uno de ellos, el de Bab al-Hawa, a 50 kilómetros de Alepo.
De vuelta a esta ciudad, los rebeldes trataban de forzar motines en la prisión y de tomar al asalto sedes del partido gubernamental Baath en la periferia.
«Es una batalla decisiva», insiste Rahmane. «El régimen envía refuerzos para impedir que los insurgentes asalten sedes oficiales, policiales y del partido en el poder (...) Los rebeldes hacen lo propio porque para ellos Alepo es tan importante como Bengasi para los rebeldes sirios. Alepo es la capital del norte y las regiones septentrionales están en sus manos. Si esta ciudad cayera, sería el final del régimen y ambas partes lo saben», sentencia el presidente del opositor OSDH desde Londres.
El ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, calificó la posición de EEUU con respecto al conflicto sirio como una «justificación del terrorismo» y recordó que no condenó el atentado que hace una semana mató a varios altos responsables del régimen.
«Es horrible; yo no acierto a encontrar las palabras para definirlo. Es una justificación directa del terrorismo», señaló el jefe de la diplomacia rusa.
Lavrov criticó a la embajadora de EEUU ante la ONU, Susan Rice, al afirmar que ella insistió tras el atentado del 18 de julio en Damasco que el Consejo de Seguridad de la ONU debía votar una resolución para imponer sanciones contra el régimen sirio.
«En otras palabras, eso significa que `nosotros' (EEUU) vamos a seguir apoyando actos terroristas hasta tanto en cuanto el Consejo de Seguridad no haga lo que queremos nosotros», apuntó.
Cuatro altos responsables sirios murieron en el atentado con bomba. Washington se limitó a declarar que «EEUU no quiere más derramamiento de sangre, pero estos hombres eran los principales artífices de la represión del régimen contra el pueblo sirio». GARA