Félix Placer ugarte | teólogo
La lógica del presidente
«La transformación social y política deberá comenzar por otra forma de pensar», defiende el autor, que afirma que el problema de fondo está en el razonamiento que subyace tras el sacrificio de personas y de pueblos a la «nueva religión» del capital. Desde ese prisma, analiza las medidas adoptadas por Mariano Rajoy y concluye abogando por la soberanía y la autodeterminación como claves constructoras de un futuro capaz de enfrentarse, con otra lógica, a los imperativos capitalistas.
Hacemos lo que no nos queda más remedio que hacer» es la repetida y contundente afirmación de Rajoy para legitimar sus drásticas y arrasadoras políticas económicas. Si queremos evitar en España intervenciones y dependencias externas, no hay otro camino, sostiene con vehemencia su gobierno.
Esta conclusión presidencial es el resultado lógico de un silogismo, es decir, de un razonamiento deductivo a partir de dos premisas. Primera: el capitalismo neoliberal y su mercado globalizado sustenta y desarrolla nuestra economía. Segunda: fuera de este sistema no hay solución económica viable para el estado. Desde estas premisas «irrefutables» y políticamente vigentes no cabe más que una conclusión lógica en la actual crisis: si el capital, sus entidades financieras, se debilitan, es necesario reforzarlas para no hundirnos económicamente. En consecuencia, el gobierno recurrirá a todo tipo de medidas a fin de rescatar sus bancos y recuperar su capacidad crediticia para ser solventes en los mercados.
Todo deberá someterse a esa lógica de forma drástica, ya que es la única que garantiza la fluidez financiera. Entonces reducir gastos sociales para recuperar el capital será el precio inevitable a pagar. En consecuencia, la educación, la cultura, el empleo... en definitiva, el gasto público, serán ampliamente gravados mediante recortes, copagos, subidas de IVA... Y la reforma laboral favorecerá a las empresas a costa del empleo y de los derechos de trabajadoras y trabajadores.
Son los resultados lógicos de unas premisas indiscutibles en el sistema de un gobierno neoliberal. Es lógica «coherente» y sistémica que conduce a las drásticas consecuencias sociales que amenazan con arrasar todo el tejido social del estado de bienestar y, en especial, los sectores más desfavorecidos y marginados.
Es evidente que si se asume esta forma de pensar y sus premisas, no hay otra salida a esta situación. Por tanto, el problema de fondo no está en las consecuencias que padecemos, sino en un raciocinio lógico, apoyado y conducido por ideologías y principios neoliberales donde el poder del capital y de sus mercados productivos y financieros actúan como parámetros de definición de los valores, de los objetivos y de las relaciones locales y mundiales. Sus beneficios dictan las políticas y controlan las empresas, sometiendo el empleo a los dictados del mercado. Las personas no cuentan; tan solo los intereses mercantiles y los beneficios financieros de los poderosos. Es la ley del más fuerte la que impera y manda, ante la que la misma naturaleza y su sostenibilidad ecológica deben plegarse, como ha ocurrido recientemente en Río+20.
Las propuestas alternativas no se han hecho esperar; mejor dicho, hace ya tiempo que vienen alertando sobre un proceso que conduce lógicamente, desde sus premisas neoliberales, a una previsible catástrofe mundial. Y no son previsiones alarmistas y apocalípticas, sino cálculos económicos y ecológicos fundamentados en análisis objetivos y críticos de las ideologías neoliberales, de sus fundamentos y programas. De hecho, hemos llegado ya a una situación de extrema gravedad, reconocida por los mismo gobernantes y los organismos financieros internacionales. El Gobierno español, controlado y prácticamente intervenido por los dirigentes de la zona euro y en el punto de mira del FMI y del Banco Mundial, no duda -lógicamente- en sacrificar a las bases sociales para responder a sus exigencias. Porque no hay otro remedio, según su argumentación capitalista.
Sin embargo, para la mayoría social está cada día más claro que no es este el camino ni el proceso adecuado y justo. Vulnera sus derechos, su estatus y la supervivencia de amplios sectores. Desempleo sin perspectivas, desahucios clamorosos, recortes traumáticos, empobrecimiento extensivo e intensivo creciente, son los inauditos medios de un gobierno autodenominado popular contra el pueblo. Y todo ello con el objetivo de mantener un sistema que es un agujero negro que engulle la economía y bienestar de las bases sociales.
No faltan indudablemente propuestas de todo tipo para afrontar de otra manera la crisis y enfrentarse a las drásticas e injustas medidas gubernamentales. Sindicatos, colectivos sociales, sectores y organizaciones populares reaccionan con críticas contundentes, expresan su indignación social, proponen la desobediencia civil y llaman a la huelga general para rechazar la política antisocial del gobierno.
Sin embargo, los dirigentes neoliberales no solo mantienen el proceso de recortes y privatizaciones, sino que las medidas adoptadas y legisladas, las disposiciones de los ministerios, en definitiva, la política sin vuelta atrás del presidente y su gobierno, son inamovibles y de rumbo fijo. Las intensifican hasta límites que todavía no han tocado fondo, apoyados en su mayoría parlamentaria y presionados por la inflexible maquinaria económica europea e internacional. Ante esta situación de extendida y fundada alarma social, el rechazo a las conclusiones de la lógica gubernamental, las reacciones multitudinarias contra los ajustes y hasta la convocada huelga general, no son suficientes, aunque sean apremiantes y urgentes. Es necesario llegar a la raíz y fundamentos que sustentan, sobre todo, las premisas de las que se derivan tan funestas consecuencias y que son los dogmas económicos neoliberales, sus principios ideológicos axiomáticos, indiscutibles.
Aquí radica la dificultad mayor para iniciar un cambio social y político en profundidad. Todavía una importante mayoría social piensa y actúa en claves capitalistas neoliberales. El estilo y modos de vida mercantilistas, competitivos, individualistas, son formas de vida asumidos por la mayor parte de la ciudadanía y sus motivaciones y convicciones se alimentan y nutren en una cultura del tener y consumir. Los poderosos medios del capital han logrado contaminar su conciencia y forma de pensar. El discurso neoliberal del pensamiento único es repetido por muchos y ha terminado por hacer creer que solo en este sistema podemos sobrevivir y vivir satisfactoriamente: no podemos salir de esta ruta impuesta que, sin embargo, conduce al beneficio de una minoría a costa del sacrificio de muchos no solo económico sino, sobre todo, de su pensamiento crítico, de su libertad.
Por tanto la necesaria trasformación social y política, hoy más que nunca sentida y reclamada, deberá comenzar por otra forma de pensar desde valores éticos de solidaridad, participación, liberación, soberanía, valoración de la persona, libre decisión de los pueblos. Son necesarias otras premisas fundadas en esos valores y relaciones que desenmascaren la «lógica del presidente» y construyan otro razonamiento acorde con valores humanitarios, ecológicos, convivenciales, participativos, solidarios. Y también teológico-liberadores, contra la religión del capital convertido en ídolo al que se sacrifican personas y pueblos.
Euskal Herria, junto con otros pueblos de la tierra, está hoy en condiciones de intentarlo y múltiples movimientos sociales y populares así lo proponen, demuestran y realizan. Su conciencia de pueblo y de democracia participativa, su capacidad innovadora, su creatividad emprendedora, la fuerza emancipadora de la clase trabajadora y sindicalista, el protagonismo creciente de la mujer, la lucha por las libertades colectivas, soberanía y autodeterminación son las claves de unas premisas constructoras de otro mundo, capaces de enfrentarse, con otra lógica, a los imperativos capitalistas y vivir de otra manera en nuestra Amalur.