Imanol Intziarte | Periodista
No me toques las mamandurrias
No sé quién, ni cuándo, decretó que los índices turísticos son el baremo para calibrar la situación económica de Donostia. Bien, vale, son cifras importantes para un relevante sector, pero de ahí a analizarlas como si fueran las vísceras de un ave va un trecho. Una décima arriba o una décima abajo en las pernoctaciones es utilizada como arma arrojadiza. A lo que se suma que las diferencias son abismales en función de la fuente de la que manan los números. En fin, que lo que era un dato que se ofrecía al final de cada temporada y que daba para un escueto «pues mira qué bien», ha mutado en mágica bola de cristal.
Todo por tocar las mamandurrias, que diría Lady Espe, y sostener una teoría según la cual la gente no iba a venir a la capital guipuzcoana porque gobernaba el diablo con rabo, cuernos y tridente. Salvo casos extremos, léase Corea del Norte, nadie, o casi nadie, planifica un viaje con esos parámetros. Servidor ha estado en Italia con Berlusconi al mando, por citar un ejemplo. Lejos de cualquier rigor sociológico, solo sé que el pasado sábado al mediodía me di un paseo por el Boulevard y estaba de bote en bote. Lo cual tampoco es ningún mérito especial de la actual Corporación, ya que en doce meses no se cambia, para bien o para mal y sucesos excepcionales al margen, la atracción de un destino turístico.
Por cierto, que hace una semana regresé de la Costa Brava -justo antes de los incendios- y me pareció que allí sí tienen un problema. Que una noche de sábado de julio, en un restaurante situado en una idílica cala, cuatro camareras conversen de brazos cruzados mientras el 70-80% de las mesas permanecen vacías no es una buena señal. Apartamentos, chalets y embarcaciones con el cartelito de «Se vende», posibilidad de aparcar en primera línea de playa... chungo. Según me confesó un empleado de una oficina turística, el visitante extranjero se mantiene, pero el número de «nacionales» ha caído a un tercio del de 2011.
Por cierto, que según la RAE «mamandurria» es «sueldo que se disfruta sin merecerlo». Pues eso, el mío ni tocar.