«El asunto del blues empezó al ser socio de la Peña Euskalherría -precisa Miguel Rubio¯. Allí llevan más de 20 años organizando el Maiatza Rock y como a mí me gustaba el blues les propuse organizar unos conciertos de este estilo. Aceptaron y fue un gran éxito. Tanto que rápidamente se pusieron grupos y promotores en contacto conmigo para facilitarme nombres y contactos de grupos. Por no esperar un año, me puse en contacto con el Patronato de Cultura del Ayuntamiento de Burlata y les ofrecí organizar un concierto pre-fiestas y aceptaron la oferta. Como fue un éxito se continuó la organización hasta el día de hoy».

El primer festival data de 2007, que se celebra en la Casa de Cultura del Ayuntamiento. «Tuvimos que instalar una barra de bebidas para poder llegar al presupuesto», matiza Rubio. Al cambiar el escenario de la Casa de Cultura al Parque Municipal, y al disponer de auditorio en el Palacete, a los organizadores se les ocurre complementar el programa de blues con un ciclo de Martin Scorsese dedicado al blues. Desde entonces cine y música en directo se combinan en armonía.

Económicamente el festival depende del Ayuntamiento de Burlata. «En 2010, los miembros de la cuadrilla vimos la necesidad de constituir una asociación para organizarnos mejor. La asociación se llama Burlata Blues Bar», explica Miguel Rubio.

La organización de un festival de varios días, seis en este caso, no es un trabajo sencillo, ya que depende mucho de los músicos que puedan girar en las fechas correspondientes. En ocasiones los nombres surgen con facilidad y, en otras, se complican ante las dudas de si girará o no. Los contratos en exclusiva se escapan a los ajustados presupuestos de la mayoría de los festivales. En este caso, el artista más inquietante fue Vasti Jackson, deseado por la organización, pero músico que no terminaba por decidir si realizaba gira o no por el Estado español.

Trasladando los aspectos del festival a lo cotidiano, Miguel apunta que la gente del blues es sencillo y que no pide cosas extrañas o singulares. «Siempre se han mostrado dispuestos a colaborar con nosotros». «Al principio -continúa Rubio- cocinábamos para ellos (y para los socios) en la Peña Euskalherría. Pero últimamente, debido al aforo, organizamos las comidas en algún restaurante de Burlata». Seguro que una gran pérdida para los estómagos de los bluesman, salvo que en Burlata los restaurantes le pongan mimo a esa comida casera que tanto alucina a los guiris y que puede ser posible. En cuanto a problemas surgidos a lo largo de estos seis años, todo indica que no ha habido demasiados sustos: «Ante la posibilidad de lluvia, el técnico no recibió el equipo dado que la empresa argumentó que podría estropearse. Tuvimos que darle a la imaginación, pero conseguimos un equipo horas antes».