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Una Quincena más humilde pero igual de ambiciosa

La situación de la música clásica en el Estado español es muy delicada, debido a los enormes recortes en cultura. En este contexto, la Quincena Musical ha conseguido mantener más humildemente las elevadas miras artísticas que la caracterizan.

Mikel CHAMIZO Crítico de música

La desaparición de ciclos de conciertos en Madrid, graves problemas presupuestarios en la Real Orquesta y en la Maestranza de Sevilla, o la desarticulación de la Orquesta de Extremadura -que se ha salvado por los pelos hace tres días, gracias a que los trabajadores han aceptado una importante rebaja salarial-, son solo algunos de los signos más recientes de cómo la crisis económica está arreciando contra el sector cultural y, dentro del mismo, contra ese subgrupo tan minoritario y caro como es el de la música clásica.

Por si la política de retirada de subvenciones no fuera ya suficiente, la subida del 13% del IVA a partir de setiembre terminará por apagar muchos focos de producción cultural que aún arden precariamente. La Unión de Asociaciones Empresariales de la Industria Cultural Española dio a conocer ayer mismo unas estimaciones de 43 millones de espectadores menos en 2013, un 20% de empresas cerradas y 4.226 empleos directos perdidos en el sector cultural. En nuestro entorno, la ABAO ya ha anunciado que se verá obligada a subir unas entradas ya de por sí caras, en unos tiempos en que el poder adquisitivo de las familias cae en picado. La incertidumbre y el pánico sobrevuelan las instituciones musicales del Estado, aunque no debemos pensar que es un caso exclusivo de la península. En la económicamente sólida Holanda acaban de anunciar la retirada de partidas públicas a la Orquesta de Jazz del Concertgebouw, la Sinfonía Rotterdam, la Opera Holland y al Festival Valery Gergiev, entre otra decena de grupos y festivales. Incluso en Alemania y Austria, referentes mundiales en música clásica -que es uno de sus mayores reclamos turísticos-, a pesar de una tradición histórica de apoyo gubernamental que parecía inquebrantable, se están planteando ya desapariciones y fusiones de orquestas y recortes en los presupuestos que afectarán incluso a intocables como la Ópera de Viena, centro de peregrinación del turismo musical europeo, que tendrá que rebajar en 10 millones de euros su presupuesto para la próxima temporada.

Todo esto pretende arrojar una imagen de cuál es la situación a la que se enfrenta un festival de pequeñas dimensiones como la Quincena Musical, y de lo milagroso que es que con un presupuesto que no llega a los tres millones sus gestores consigan programar más de setenta espectáculos, entre los que se cuentan una ópera y una decena de conciertos sinfónicos con orquestas europeas realmente notables. Algunos aficionados han criticado la maniobra de Patrick Alfaya de vincularse a orquestas concretas, como la de Bamberg, para que vuelvan a Donostia año tras año, creando un vínculo artístico con el festival y, de paso, ahorrando. «Es un festival -dicen los críticos- y uno espera encontrarse con lo excepcional».

Quizá en el futuro los Barenboim y Maazel puedan volver a la Quincena Musical, pero de momento habrá que ir disfrutando de los frutos de este impasse económico: una programación más humilde pero artísticamente muy cuidada, y una mayor presencia de los músicos de la tierra.

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