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Anjel Ordóñez Periodista

Se entera o no se entera

La convocatoria de huelga general realizada por los sindicatos para el próximo mes de setiembre no es sino la consecuencia lógica y la respuesta responsable de quienes representan y defienden a los trabajadores, frente a una situación socioeconómica insostenible desde hace años, que en las últimas semanas ha tomado tintes de verdadero dramatismo para decenas de miles de familias. El tiempo lo dirá, pero yo se lo adelanto a ustedes: el apoyo a la convocatoria marcará un hito en la historia de las movilizaciones de clase en este país. No me cabe duda. Porque, por su contundencia y expresividad, el ejercicio del derecho a la huelga se mantiene como eje troncal de los instrumentos al alcance de los trabajadores para rebelarse contra aquello o aquellos que amenazan su integridad física y su dignidad moral. Es la máxima expresión del profundo desacuerdo con aquellas reglas impuestas que pervierten el ámbito laboral en detrimento del que siempre es el eslabón más débil: la clase obrera.

Sí señor, la clase obrera. Durante mucho tiempo, demasiado, para muchos, demasiados, especialmente en la clase política, este término ha permanecido relegado a un plano secundario. Apartado, escondido. Como propio de una semántica obsoleta, de una retórica malamente aplicable a los nuevos tiempos. Algo casi vergonzoso. No es cuestión de hacer sangre, pero son legión los políticos que, diciéndose de izquierdas, renunciaron a los instrumentos de lucha propios de los trabajadores para mecerse al son de los cantos de sirena de un sistema neoliberal que hoy se desangra por la herida que menos le duele: la clase obrera.

Sí señor, la clase obrera. Cantaba Potato que «pillar un nuevo coche / no es derroche, / es el progreso y la oportunidad / de disfrutar con dignidad, / pero hay que andar muy fino / pues al menor descuido van y zás / te largan el despido». Pensamiento en verso, profecía patatera que se cumple a rajatabla. «Se entera o no se entera, la clase obrera» advertían. Y respondía La Polla de Evaristo y sus enanitos explotados: «Ya vale de pringar. / Los enanitos buenos, / al patrón han de matar». Licencia poética, ustedes ya me entienden.

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