Mientras preparan una nueva modalidad de pucherazo dando el derecho a votar en este país a cualquiera que se haya tomado un kalimotxo en fiestas de Gasteiz (tiempo al tiempo, así acabarán), la derecha ultramontana no reniega de versiones anteriores del mismo pucherazo para retorcer la voluntad de la ciudadanía vasca. Así, una moción aprobada en Altsasu para invitar a la Guardia Civil a que se vaya por donde llegó, algo que comparten la mayoría de sus vecinas y vecinos, le sirve a «La Razón» para volver a cargar contra Bildu. Ayer le dedicaba una doble página al tema, y el comentario de Alfonso Merlos titulado «El límite del Mal». Sugerente titular, sin duda. Y su contenido no le desmerece. Así empezaba: «La estupidez y la maldad de la raza humana no conocen restricciones. Ahí están los testaferros de ETA, cada día, bien plantados por desgracia para demostrarlo. No hay nada más coherente que la voluntad declarada de los defensores de la inseguridad y el totalitarismo por hacerle la vida imposible a quienes se erigen en verdaderos baluartes de la seguridad y la libertad». Servidora coincide en eso de que la estupidez y la maldad de la raza humana no conocen restricciones. Y le recomendaría que mirara un poco a su alrededor.

Luego, después de llamar «cafres» a las y los alsasuarras, afirma que «vuelven a las andadas especialmente en la propagación de un relato fascista que sigue llenando muchas calles del País Vasco de sufrimiento, dolor, intolerancia y odio». Debería saber el tal Merlos que quienes llevan odio y dolor a las calles son los del tricornio. Y así lo sentimos las habitantes de este país. Pero él va a lo que va, como muestra en su último párrafo: «No nos preguntemos hasta dónde pueden llegar en su facineroso circo y sus canallas ocurrencias estos peleles de la organización terrorista ETA. Acumúlense pruebas y actúese, política y judicialmente, más pronto que tarde, contra los que lejos de ser representantes de la voluntad ciudadana no pasan de ser una partida de incontenibles y estrafalarios rufianes». Dice que no representa la voluntad ciudadana la fuerza política con más ediles y alcaldes de Euskal Herria. Pues entonces, ¿los suyos a quién representan?