La masacre de mineros en Marikana revela la existencia de un polvorín de descontento
Las imágenes del tiroteo de la Policía sudafricana contra una multitud de mineros en huelga que se saldó con más de 30 muertos en la mina de platino de Marikana, cerca de Pretoria, son estremecedoras. Pueden considerarse como fusilamientos a sangre fría. Unas imágenes que parecen sacadas del pasado, donde la muerte de civiles a manos de la Policía era algo común en la Sudáfrica del apartheid. Pero, desgraciadamente, son escenas de un presente donde el valor de la vida de los africanos parece más insignificante que nunca. Una tragedia reveladora de la existencia de un polvorín de descontento que, a menos que se tomen medidas, puede tener un efecto de bola de nieve.
Mientras se siga tratando a los sindicatos como una amenaza y no como un activo, enfocando sus reivindicaciones desde un punto de vista de orden público, sin sensibilidad alguna, todos los ingredientes para que se repita la masacre de Marikana están servidos en el menú. La violencia puede convertirse en el modus operandi de las huelgas mineras, las compañías fomentarán la rivalidad entre sindicatos y podría desencadenarse una espiral descontrolada. Alguien debe tomarse muy en serio esta situación.