CRíTICA: «¡Piratas!»
Parodia animada en la que sólo faltan los Monty Python
Mikel INSAUSTI
Hay dos cosas que me han hecho echar de menos a los Monty Python en los últimos días; la primera la aparición de Eric Idle en la Ceremonia de Clausura de los Juegos Olímpicos, cantando el tema final de «La vida de Brian». La segunda es el convencimiento de que «!Piratas!» es una película paródica que habría ganado muchos enteros con la presencia de los miembros del grupo, poniendo las voces a los personajes más caricaturescos, sobre todo a los históricos.
Habrá quien piense que no existe conexión alguna entre una cita deportiva y un estreno cinematográfico, pero son sendas manifestaciones que han llegado al público en verano, y uno de cuyos principales estandartes ha sido la exhibición del internacionalmente admirado humor inglés.
El argumento de «¡Piratas!», que ha escrito Gideon Defoe inspirándose libremente en su libro «The Pirates! In an Adventure of Scientists», también se basa casualmente en sendas competiciones: la de Mejor Pirata del Año y la de Mejor Científico del Año. Aunque luego la Gala de Entrega acaba siendo una variante surrealista de los Oscar, lo cierto es que los dos premios en cuestión son los que llevan al Capitán Pirata y a Charles Darwin a unir fuerzas a lo largo de un descacharrante viaje por los procelosos mares de la época victoriana.
Peter Lord, un veterano de la Aardman que vuelve a tomar personalmente las riendas, desarrolla un planteamiento coherente que ensambla lo conceptual y lo estético, ya que a ambos niveles se establece un pacto entre lo viejo y lo nuevo. La caricatura de los personajes victorianos es llevada a cabo desde una mentalidad actual, forzando los siempre divertidos anacronismos, al igual que en la parte técnica se combina la animación artesanal clay-motion (foto a foto con muñecos de plastilina) con el CGI (imágenes generadas por ordenador).
En su conjunto, la tripulación del barco pirata responde a un diseño muy infantil, bastante calcado del visto en la serie «Vicky Vikingo», lo que provoca que las mascotas animales destaquen más que los referentes humanos.