Tres investigaciones y una cuarta pregunta: ¿A dónde va Sudáfrica?
El Gobierno ha ordenado la apertura de tres líneas de investigación sobre la masacre de Marikana, dos policiales y la última sobre la problemática en la mina. Analistas van más allá y esperan que el drama sirva de catarsis para repensar el presente y futuro de Sudáfrica.
GARA | MARIKANA
Expertos policiales llegaron ayer a la mina de platino explotada por Lonmin, cerca de Rustenburg (noroeste de Sudáfrica). Su cometido, determinar si la acción de los policías, que dispararon con fuego real matando a 34 mineros huelguistas, fue proporcional a la amenaza de estos, como insiste la Policía.
Otra investigación interna de la Policía está ya abierta y el presidente, Jacob Zuma, anunció el viernes la puesta en marcha de una comisión de investigación más amplia para arrojar luz sobre los sucesos.
A algunos cientos de metros del lugar de la masacre, acordonada por la Policía, varios cientos de mineros se volvieron a concentrar ayer. Como todos estos día, muchos de ellos portaban palos o barras de hierro. Un helicóptero sobrevolaba la zona.
Listado de los muertos
Numerosas familias seguían ayer buscando a sus próximos. Finalmente se hizo pública la lista de víctimas mortales en un hospital local, pero muchas mujeres seguían intentando descubrir si sus maridos o hijos estaban entre los 78 heridos o los 259 detenidos. Muchos de los 28.000 mineros de Marikana no tienen parientes cerca.
La mayoría de los analistas coinciden en imputar la responsabilidad del drama tanto a la Policía, mal equipada y mal preparada para hacer frente a estas situaciones, como a los hueguistas (2.000), muchos de ellos blandiendo armas blancas e incluso armas de fuego.
«Asistimos a una semimilitarización de la Policía. Prefieren usar la fuerza, disparar a la gente», denuncia el analista Dirk Kotze, de la Universidad de África del Sur de Pretoria. Los policías desplegados no tenían ni cascos ni protección corporal. «solo» fusiles automáticos.
El politólogo Ebrahim Fakir añade que «los nuevos líderes sindicales han actuado de forma irresponsable, en una cultura de la huelga en la que la violencia es un elemento permanente». A ello ha contribuido el descrédito del sindicato NUM, «visto como un aliado del Gobierno y especialmente del presidente Jacob Zuma», añade.
Sus rivales del sindicato AMCU prometieron a sus afiliados que incrementarían su sueldo de 400 rands a 1.250 (400 a 1.250 euros). El 39% de los sudafricanos vive con menos de 432 rands al mes.
Adam Habib, de la Universidad de Johannesburgo, se niega a caer en la fatalidad y a esperar a que en unos años se repita el drama y espera que la masacre provoque una crisis existencial en Sudáfrica. ¿Quénes somos y a dónde vamos?, Si hacemos eso, y pese a la tragedia, pienso que finalmente será bueno para Sudáfrica».