Lo primero que una piensa al franquear las puertas de Chillida Leku es «qué lástima». Parece que no ha pasado el tiempo en esta especie de oasis, donde domina el verde y metal, con los senderos y el caserío de Zabalaga por donde transitan el proyecto vital y la obra de uno de los escultores fundamentales del siglo XX. Sigue todo cuidado, como a la espera de futuros visitantes -un dinero que asume la familia-, pese a que las dificultades económicas obligaron a su cierre el 1 de enero del pasado año. Ni entonces ni después las negociaciones mantenidas por los herederos del escultor con las instituciones -Gobierno de Gasteiz y Diputación de Gipuzkoa- han llegado a cristalizar, por diferencias en la forma de entender el paso del legado a manos públicas.

«Hace diez años nos imaginábamos este momento de forma completamente diferente», reconocía Luis Chillida Belzunze, director de la fundación que gestiona el legado. Con la esperanza de que dentro de otra década la situación haya cambiado -«hay que buscar una solución»-, se han preparado diferentes actos de homenaje a lo largo del año. No hay contacto con las instituciones vascas y el programa es una demostración palpable de ello, con actos internacionales organizados por el instituto Cervantes, simposios en Madrid y Berlín y un homenaje en la Complutense. En octubre, se celebrará el décimo Congreso Internacional de Ontología en Chillida Leku, en el que intelectuales y científicos debatirán sobre grandes temas de la filosofía griega.

La conmemoración de hoy, décimo aniversario de su fallecimiento, será, eso sí, un acto privado de su familia, amigos y parte de las 126 personalidades de todos los ámbitos que han participado en la redacción de un libro -«Cien palabras para Chillida»-. A través de la web del museo se han recopilado una veintena de aportaciones de colaboradores espontáneos, que también se leerán.