Tarzán y sus seguidores reivindican a gritos su lugar en el siglo XXI
Fernando MEXÍA | LOS ÁNGELES
Con más entusiasmo que afinación, algo de ronquera y algún gallo, los seguidores de Tarzán festejaron su centenario invocando su famosa llamada de la selva, la misma que popularizó Johnny Weissmuller en la década de 1930 y con la que reclaman a gritos la vigencia de su héroe.
En un hotel de Los Ángeles, entre una jungla de asfalto y palmeras ornamentales, ayer se celebró el concurso anual de alaridos de Tarzán, uno de los momentos más destacados de la convención «Dum Dum» que año tras año reúne a los fanáticos del personaje más conocido de los creados por el novelista Edgar Rice Burroughs.
El evento simboliza una llamada de atención de quienes se resisten a que el paso del tiempo silencie el legado del hombre criado entre monos y ataviado con un simple taparrabos de piel, que se movía de liana en liana. «Él era esencialmente un guerrero ecologista. Quería proteger los árboles, los animales, cosas que nos damos cuenta ahora que son importantes, como el calentamiento global, y que no habrían pasado si Tarzán fuera el rey», dijo el nieto del autor, John Burroughs.
Forzado a escribir
A sus 70 años, Burroughs recuerda cómo aprendió a leer con las historias de su temperamental abuelo, quien llegó a cansarse del hombre mono. «Igual que Arthur Conan Doyle estaba forzado a escribir de Sherlock Holmes, él tenía que hacerlo con Tarzán. Le decían que estaba en contra de los negros por las matanzas de algunos salvajes en sus libros, pero él no era un racista», insistió su nieto, que apuntó que los personajes de raza negra eran la clase alta en la saga literaria «John Carter of Mars».
Tarzán, que significa «piel blanca» en el lenguaje simio de ficción, protagonizó 24 novelas desde que apareció por primera vez en octubre de 1912, en la revista «The All-Story». Un siglo después, atesora más de 100 millones de copias vendidas.