GARA > Idatzia > Eguneko gaiak

Análisis | oleada de tiroteos en EEUU

La posesión de armas es tótem o tabú en la política estadounidense

Al hilo de la reciente susesión de matanzas en EEUU, el autor ofrece un análisis sobre la cuestión de la posesión de armas en el país. Una cuestión que a la vez un tótem para parte de la sociedad estadounidense, que apela a la famosa Segunda Enmienda, y un tabú para los políticos, que se niegan a reabrir el debate en vísperas de las elecciones presidenciales de noviembre.

p004_f01.jpg

Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Cuando en Europa se cumplía el primer aniversario de los atentados de Oslo y Utøya, en Estados Unidos se producía una nueva masacre en un cine de Aurora (Colorado). Unos días más tarde se repetía la historia en un ataque contra un templo sij en Oak Tree (Wisconsin) y la pasada semana otro tiroteo, esta vez en Texas, ocupaba los titulares de la prensa.

Si bien estos han sido los acontecimientos más recientes, este tipo de ataques son una constante en los últimos años. En marzo tuvo lugar un tiroteo en un hospital en Pittsburgh; en abril, en las calles de Tulsa; en mayo, en un café de Seattle, y en julio, días antes de la matanza de Aurora, en un bar de Tuscaloosa.

En ese escenario confluyen diferentes factores, desde intereses políticos y económicos, hasta una visión mítica y distor- sionada de la historia del país o el individualismo característico en EEUU, pasando por una realidad en la que la adquisición de armas de fuego por parte de la población es relativamente sencilla.

Los datos son estremecedores. A día de hoy en Estados Unidos se calcula que hay más de trescientos millones de armas de fuego, y uno de cada cuatro adultos posee una. Además, a partir de los 21 años es relativamente sencillo conseguir una en al menos treinta y nueve estados, y no es extraño encontrar en pequeños comercios del oeste y centro del país armas entre otros productos de pesca, de deportes, e incluso ¡de comida! Toda una paradoja que encontramos también al comprobar que el organismo oficial que se encarga del control y supervisión de las armas de fuego recibe el nombre de «Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos».

Pero la otra cara de esa realidad nos muestra que cada año se producen más de 30.000 muertes como consecuencia de ataques y heridas producidas por armas de fuego, a lo que habría que añadir las consecuencias físicas y mentales que deberán sufrir decenas de miles de personas heridas. Según Robert Matthews, que trabaja para el Centro de Consolidación de la Paz de Noruega (NOREF) en Oslo, «algunos análisis más recientes sobre los datos de 23 países industrializados muestran que el 87% de los menores de 15 años muertos por armas de fuego en estos países vivían en EEUU. Cerca de 3.000 menores de 19 años mueren al año por armas de fuego (más que el total de bajas de la coalición en Afganistán desde 2001); entre los adolescentes negros, el homicidio es la principal causa de muerte».

El debate político ha brillado por su ausencia cuando se trata de abordar el control de armas. El Partido Demócrata y el Partido Republicano, así como los principales medios de comunicación del país, prefieren mirar hacia otro lado, tanto por sus propios intereses políticos o económicos, como por las presiones de poderosos lobbies.

Hace bastantes décadas sí que se producía un importante consenso en torno a la necesidad de controlar la venta y posesión de armas (se da la paradoja de que Nixon y Reagan, republicanos referenciales, apoyaron medidas en ese sentido); sin embargo, con el paso de los años, las cosas han cambiado sustancialmente, y políticos que han apoyado el citado control han visto cómo sus carreras políticas tocaban a su fin.

Y hoy en día, en plena campaña hacia la Casa Blanca, ninguno de los candidatos presidenciales, ni Obama ni Romney, quieren afrontar la situación. El actual mandatario norteamericano, que en el pasado se mostró favorable a un control de las armas, prefiere centrar sus esfuerzos en otros temas y evitar que los electores más derechistas pongan en marcha una campaña en su contra, que podría restarle determinados apoyos.

Por su parte, Romney, cuya base electoral se nutre en buena medida de los partidarios de las armas de fuego, y a pesar de querer mostrar una imagen «moderada o centrista», no quiere tener que enfrentarse a poderosos lobbies, como la Asociación Nacional del Rifle (NRA) o los Propietarios de Armas de América (GOA).

La fuerza e influencia de empresas y lobbies. La alianza estratégica que mantienen a día de hoy los fabricantes y vendedores de armas con los citados grupos de presión es un factor clave para entender la situación que se vive en EEUU en torno al control de las armas. Aunque la mayoría de la población, según las encuestas, se muestra favorable a medidas para controlar la venta de armas, la pasividad o desorganización les impiden enfrentarse adecuadamente a las bien estructuradas y articuladas NRA o GOA.

El discurso de la NRA se aferra a la Segunda Enmienda (algunos los definen como fundamentalistas de la misma), y lo adereza además con referencias a la «libertad, los valores tradicionales, la autodefensa». Para este poderoso grupo de presión, se debería vivir en un país donde «los buenos», armados, podrían detener a las malas personas con armas. El «problema» para la NRA es que «no hay suficientes buenas personas armadas».

Además, resaltan que «solo los criminales se benefician del control de armas» y cuando se prohíban las mismas, «tan solo aquellos podrán tener armas». Esa suma de distorsiones y manipulaciones conforma buena parte de la base de su discurso demagógico. Su objetivo es evidente: generando miedos y paranoias, buscan evitar cualquier control y restricción sobre la adquisición y venta de armas, poniendo todo su aparato ideológico y económico (las ingentes sumas económicas que reciben de fabricantes y vendedores de armas) para lograr su fin.

En estos últimos años, al menos tres acontecimientos han favorecido las posiciones de estos grupos. El temor del Partido Demócrata a perder las elecciones (como le ocurrió a Al Gore, partidarios del control, en el año 2000), la política de George W. Bush, considerado como el presidente más partidario de las armas de la historia del país, y la decisión de la Corte Suprema en 2008 de que «es un derecho individual de los ciudadanos de EEUU poseer armas».

También encontramos otros dos factores en torno a las armas, que por lo general pasan más desapercibidos. Por un lado, desde hace tiempo, y tal vez al amparo de esa cultura de las armas, la violencia policial está provocando lo que algunos definen como una avalancha de «muertes anónimas» que apenas tienen repercusión en los medios.

En torno a los días de la masacre de Aurora, la Policía de San Francisco disparó y mató a Pralith Pralourng, un enfermo mental; la Policía de Tampa mató a Javon Neal, de 16 años; un policía fuera de servicio disparó a Pierre Davis, 20 años, en Chicago; la Policía de Miami-Dade disparó y mató a un «sospechoso no identificado»; un agente fuera de servicio del FBI disparó a un hombre no identificado en Queens; la Policía de Kansas City mató a Danny L. Walsh; en Lynn, la Policía mató a Brandon Payne, de 23 años y padre de tres hijos; la Policía de Henderson disparó y mató a Andy Puente Soto, de 42 años, en los desiertos cercanos a Las Vegas.

Y, por otro lado y finalmente, está la amenaza que representan los movimientos extremistas a favor de la supremacía blanca o las llamadas milicias, en torno a las que se han producido algunos de los acontecimientos más violentos de la reciente historia de EEUU.

Algunos autores han llegado a señalar que «la violencia es a América lo que el pastel de manzana», y la cierto es que en ese país todavía hay muchos individuos «armados y peligrosos» que se identifican con «la Biblia y el rifle», un pasado que para ellos no es tan lejano.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo