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VUELTA Segunda etapa

Un guión sin fisuras

John Degenkolb solventa al sprint una etapa a la que no le faltó la galopada, con el navarro Javier Aramendia como protagonista. Alberto Contador rascó dos segundos en vísperas del primer duelo de gallos.

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Amaia U. LASAGABASTER

Cabalgada sin recompensa, sprint final y tranquilidad, o casi, en la general. La segunda etapa de la Vuelta, 181 kilómetros entre Iruñea y Viana, se atuvo al guión previsto. No hubo fisuras en una historia en la que tampoco faltó el calor que ha acompañado a los corredores desde su llegada a Euskal Herria; asfixiante el meteorológico, de nuevo con temperaturas que se acercaron a los cuarenta grados, intenso también el ambiental, de la mano de una afición que sabe disfrutar del deporte como ninguna otra.

Afición a la que ayer solo le faltó volver a disfrutar con la victoria de uno de los suyos. Habría sido, quizá, demasiado pedir, tras la exhibición de Movistar y el rojo de Jonathan Castroviejo en Iruñea. Por intentarlo no quedó y Javier Aramendia llevó los colores de Caja Rural en cabeza de carrera durante prácticamente toda la jornada.

Pero los velocistas no estaban por la labor de dejar escapar una de las pocas oportunidades que les ofrece esta Vuelta y menos aún si se presenta en la primera semana, con las piernas de los rematadores y las locomotoras de sus equipos intactas todavía. La muesca se la apuntó otro nombre para el futuro, John Degenkolb, el imponente sprinter alemán, al que un postrero golpe de riñón permitió superar en la misma línea de meta a Allan Davis y Ben Swift y dar por buena la invitación de la organización a Argos Shimano. Primera victoria en una grande para el teutón que, con apenas 23 años, puede presumir de un buen palmarés, con triunfos en Porvenir, Dauphiné, Picardia, Polonia o Dunkerque.

Con la misma ilusión -más que objetivo porque parecía realmente complicado que la fuga fructificase- saltaba del pelotón Javier Aramendia cuando apenas se habían recorrido los seis primeros kilómetros de la etapa. Junto al navarro de Caja Rural, Javier Chacón (Andalucía), Mikhail Ignatiev (Katusha) y Niki Terpstra (Omega Pharma), aunque el holandés no tardó en descolgarse, consciente de que, a solo diez segundos del líder en la general y tantos kilómetros por delante, su presencia en cabeza boicoteaba las posibilidades de los otros tres valientes. Así que el cuarteto quedó pronto en trío, que marcó el ritmo de la carrera prácticamente hasta el final. La ventaja nunca fue suficiente como para acariciar el sueño del triunfo, pero sí el del podio por las clasificaciones menores, que se saldó con sabor agridulce para Aramendia. Fue el primero en cruzar bajo la pancarta de La Txapela, pero los jueces interpretaron que había realizado una acción antireglamentaria, con lo que el maillot de la montaña acabó en las espaldas de Chacón. El navarro tuvo que consolarse con el reconocimiento a su combatividad.

Bonificación

La fuga, ya sin Ignatiev, acababa muriendo a poco más de diez kilómetros de la línea de meta. Un último tramo en el que saltó la única costura del guión de la etapa. Con los equipos tomando posiciones, bien para proteger a sus líderes, bien para colocar a sus hombres rápidos, Alberto Contador pasó en tercera posición por el último sprint intermedio. Dos segundos de bonificación para el madrileño, que alguno consideró un exceso de motivación tras un año alejado del pelotón, pero al que el propio protagonista restaba importancia. «No era el objetivo, ni mucho menos, pero como iba bien colocado, hemos ido a probar. El esfuerzo tampoco era demasiado grande y nunca se sabe por cuánto se puede decidir un triunfo», explicó.

Por fortuna para los velocistas, porque cualquiera sabe con Contador, el sprint definitivo lo dejó pasar. Un tanto descontrolado, pareció convertirse en un mano a mano entre Allan Davis y Ben Swift hasta que, en el último suspiro, apareció un alemán de nombre impronunciable y potencia espectacular para dejarles con la miel en los labios. Los tres cederán hoy el testigo a otro tipo de corredores, que probablemente se cuenten entre los candidatos al triunfo final, con la primera llegada en alto.

ABANDONO

Enrico Gasparotto, uno de los afectados en la caída que sufrió Astana durante la contrarreloj por equipos de la víspera, protagoniza el primer abandono de la Vuelta, con triple fractura de clavícula.

El santuario del ciclismo vasco acoge la primera llegada en alto de la carrera

En los años veinte del siglo pasado, el final de la Primera Guerra Mundial forzó la transformación de la industria eibarresa. Reducido el mercado, las fabricación de armas dejó paso a un producto mucho más pacífico y que acabaría convirtiéndose en parte indisoluble de la historia de la localidad guipuzcoana, la bicicleta.

BH, Orbea y GAC nacieron en Eibar, donde pronto se comprobó que la mejor manera de ampliar la clientela pasaba por la popularización del ciclismo. Así que al nacimiento de la industria le siguió la proliferación de carreras, que pronto encontraron un escenario perfecto para glorificar a sus vencedores. En 1941, organizada por el Club Deportivo, se celebraba la primera Subida a Arrate. Ha vivido tiempos mejores y peores, en solitario, como etapa reina de la Bicicleta Eibarresa o de la mano con la Vuelta a Euskal Herria, pero un siglo después de que el ciclismo empezara a asomar por la localidad guipuzcoana, se ha convertido en el único superviviente de una época dorada.

Son apenas ocho kilómetros de carretera, muy suaves al principio e incluso con un tramo de descenso al final. Y, sin embargo, el triunfo en su cima se ha convertido en objeto de deseo de cualquier ciclista que se precie. Serán los nombres que brillan en su larguísimo palmarés -de Loroño a Stephen Roche, de Bahamontes a Contador, de Poulidor a Indurain- o el calor de la afición que siempre abarrota la cuneta, pero la tercera etapa de la Vuelta aparece marcada en rojo en la agenda de los participantes y no solo por tratarse de la primera llegada en alto. A.U.L.

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