Ayer vi una fotografía con los impresentables insultos contra Llorente pintarrajeados sobre el escaparate de la tienda del Athletic en el Casco Viejo bilbaino. Y me vino a la cabeza una pregunta que me hago estos días: ¿Por qué Llorente y no Javi Martínez? ¿Qué diferencia el caso de uno u otro para que el primero sea blanco de lacerantes críticas? Es cierto que el primero es hijo de la cantera y el segundo de un fichaje; que las formas del primero han dejado mucho que desear en su anunciado de adiós, pero no menos verdadero es que Javi quiere irse igualmente por mucho que no lo haya dicho aún. Porque si Llorente no ha sido nunca santo de devoción de San Mamés, Javi ha sido uno de sus ojitos derechos estos años. Y si hablamos de `traición', las dos lo son. Y digo traición porque muchos se sienten traicionados. ¿Por qué? Ayer vi una recomendable película, ``El fuego y la palabra'', (1960), donde uno de los personajes pronuncia una frase muy apropiada para esta crisis filosófica y de valores en rojo y blanco. «A la plebe -pongamos, la afición- no le gusta que sus dioses sean humanos». Y eso ha sucedido, con Fernando y con Javi, donde, más en una institución como el Athletic, se endiosa a sus jugadores, se les idolatra, se les diviniza, y luego uno se siente traicionado en su fidelidad cuando se da cuenta de que son humanos, como todos, con sus virtudes y miserias, sus anhelos, sus sueños, sus valores. Como alguien me dijo una vez, no son héroes, tan solo futbolistas.