CRíTICA: «Abbott y Costello contra los fantasmas»
Reposición de lujo para el centenario de la Universal
Mikel INSAUSTI
La Universal no podía haber elegido mejor entre sus clásicos para celebrar su centenario. El estudio cimentó su fama bien ganada en el género de terror, acertando a reinventarlo cuando comenzó su decadencia, porque el público conocía de sobra a sus monstruos y se había familiarizado tanto con ellos que ya no daban miedo. Fue entonces, a finales de los años cuarenta, cuando surgió la parodia terrorífica, quedando inaugurada la fórmula con «Abbott y Costello contra los fantasmas», que ahora se repone en una copia restaurada de alta definición.
Se puede decir que Tim Burton es el mejor traductor contemporáneo de este tipo de cine que dió lugar a la cultura psicotrónica, y en su máxima obra maestra «Ed Wood», rodada en respetuoso blanco y negro, el genial Martin Landau da en la clave del orgullo herido del terror de la Universal venido a menos, que representaba como nadie Bela Lugosi, con su auténtico acento de los Cárpatos que se llevó a la tumba.
La oportunidad de ver y escuchar a Bela Lugosi en una comedia es la experiencia más surrealista imaginable, puesto que no deja de actuar en serio, por mucho que Lou Costello le interrumpa con sus réplicas humorísticas, permanece inmutable sin abandonar su rictus dramático. Nunca pierde la dignidad, como tampoco Lon Chaney Jr. cuando se transforma en el Hombre-Lobo o Glenn Strange confirmando que fue un Frankenstein insuperable. Quien sí tiene una aparición tan fantasmagórica como gamberra es Vincent Price, que pone la voz al Hombre Invisible en la memorable escena final de la barca.
Pero no hay que olvidar que «Abbott y Costello contra los fantasmas» es una joya de la producción y el diseño artísticos, con unos decorados divertidamente teatrales. En lo visual, el empleo de la animación reemplazando a los efectos especiales resulta entrañable, sobre todo en los antológicos títulos de crédito iniciales. La misma técnica se emplea a la hora de relacionar a Drácula con los murciélagos, los cuales revolotean dentro del plano, tras surgir de la oscura silueta de Bela Lugosi, quien de esta ingeniosa forma parece que vuela.