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Floren Aoiz www.elomendia.com

Putxe López, «el trasquilado»

Sin que terminara esa histórica legislatura, el barniz de lo memorable se ha evaporado dejando tras de sí el aroma a podrido de lo que ni siquiera es reciclable

Vino buscando lana, pero ha salido más que trasquilado. Es lo que ocurre cuando se abusa de las ventajas innoblemente adquiridas. Es decir, cuando te pillan jugando con las cartas marcadas.

En el caso de Putxe y sus secuaces, hay que reconocerles una ineptitud proverbial, porque hace falta ser torpe para perder la partida a pesar de hacer todas las trampas a su alcance con unas complicidades como las que han tenido a su alrededor. El primitivo milagro de la desaparición de más de 100.000 votos o, si se prefiere, de la asombrosa multiplicación de los panes y los peces españolistas, ha terminado por aparecer como un mal truco de prestidigitador venido a menos. ¿Cuántos van a ser ahora, genios de la lámpara, aquellos 100.000?

Eso sí, el Gobierno menguante PSOE-PP se nos presenta exactamente como una genialidad, un punto de no retorno, un momento que marcará un antes y un después. No se lo cree ni el que diseña la propaganda, pero es lo que hay que vender, ¿qué podrían decir, si no? La lista de los logros que se autoadjudican Putxe y su banda es demencial y abarca desde la disputada derrota de ETA (una organización que ha sido derrotada infinitas veces por todo tipo de dictadores, ministros de Gobernación, del Interior, arrepentidos...) hasta la supuesta resistencia a los recortes. Si nadie se toma en serio a Putxe como hacedor de paces, menos como defensor de las capas populares frente al neoliberalismo.

Aunque ahora cueste creerlo, Putxe llegó a Ajuria Enea tras una calculada y aplaudida operación política destinada a anular a la izquierda abertzale y mear en la esquina de Sabin Etxea, por aquello de marcar territorio. En el ámbito españolista, el triunfalismo por haber ganado una partida amañada llegaba hasta el ridículo. Basten, como botón de muestra, las estupideces que podían leerse en el «Abc» del 6 de mayo de 2009: «con la emoción de quien asiste a un acontecimiento ungido con el barniz de lo memorable, el constitucionalismo dio ayer, de la mano del socialista Patxi López, un paso histórico en el País Vasco». No se trataba, a juicio de «Abc», de un paso cualquiera; sino de uno «vital quizás para la cohesión de España».

Sin que terminara esa histórica legislatura, el barniz de lo memorable se ha evaporado dejando tras de sí el aroma a podrido de lo que ni siquiera es reciclable. Tres años y pico después de la hazaña, el españolismo ha retrocedido posiciones en todos los ámbitos.

Estamos ante una operación fallida que se ha vuelto contra sus protagonistas. No quiero decir con esto que no les haya dado algunos réditos, como seguir negando la naturaleza política del conflicto, prolongar la situación de conculcación de derechos colectivos e individuales, poner la autonomía al servicio de las estrategias españolizadoras o llenar las instituciones de amigotes. Todo esto es importante, pero mucho menos que el desgaste que han sufrido los dos partidos que sustentaban el Gobierno y, en general, la estrategia española hacia Euskal Herria. Así, que, agur, Putxe, agur!

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