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«La vida me cambió el día que descubrí el sonido de los Byrds»

Desde 1998 Amaral han grabado seis discos de estudio, cada uno de ellos de impacto. Entre lo alternativo y lo popular, el dúo se ha convertido en una de las propuestas mayoritarias más dignas. Hoy en Zarautz presentan «Hacia lo salvaje» (plaza Santa Clara, 21.30).

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Pablo CABEZA | BILBO

Según Wikipedia, Juan Vicente García Aguirre (Juan Aguirre de habitual) dejó Donostia a los 15 años. El propio Aguirre lo desmiente: «No, que va. Mis padres emigraron de Zaragoza a Donostia recién casados. Son de la parte del Moncayo, cerca de Tudela. Mi padre trabajaba en el puerto de Pasajes, era un currante, y mi madre era la encargada de una portería, pero regresamos a Zaragoza cuando yo era muy pequeño, casi un nene. De hecho no tengo más que vagos recuerdos de mi estancia en Donostia». Vaya, lo que ya se sabía: no te fíes demasiado de la «wiki».

«En esa zona de Zaragoza, en Tudela, y en ese entorno de La Rioja -concreta Juan- hay mucho Aguirre, pero mis abuelos eran también aragoneses, por lo que, la verdad es que no sé de dónde proviene el apellido. No obstante, sí tengo familiares vascos. Me considero aragonés, pero tengo mucho cariño a Donostia».

Se dice también que tu primera guitarra se la regaló tu abuela a los trece años. «Sí, fue mi abuela, pero a los 12. Yo estaba continuamente dando la murga con que quería una guitarra eléctrica y al final me la compró». Lo curioso del asunto no es el regalo temprano, sino que fuese eléctrica en lugar de la clásica acústica de la época. «Yo oía de todo -explica Aguirre-, pero lo que más me motivaba era el rock. Fue así, pero no sé el porqué. Me molaba la caña, lo ruidoso, lo cañero. Y me identificaba con ese rock que oía. Además en esos años se es muy permeable. Yo ni sabía que eso era lo eléctrico frente a lo acústico, pero tenía claro que quería lo primero».

Juan Aguirre comenzó a tocar en una excelente formación zaragozana de corta vida, Días de Vino y Rosas, finales de los ochenta. Con esa banda tuvo un hit, más o menos, «Biarritz», que todavía lo canta en directo Amaral. En los primeros 90, las multinacionales estatales se dan cuenta de que existe una «movida» y RCA se esmera en realizar algunos fichajes, uno de ellos Días de Vino y Rosas. Las expectativas no se cumplen y el sello no les publica el segundo álbum. Juan vivía su primera crisis. «A mí me pareció natural que no funcionásemos como ellos esperaban. Pero no lo vi como una crisis realmente. Sí es cierto que te quedas bloqueado y preguntándote cuál es el camino. Eres joven, tocas con tus amigos y no sabes muy bien cuáles son los siguientes pasos». La banda se disolvió y Juan estuvo unos cuantos meses desubicado.

En 1992, conoce a Eva Amaral, en poco tiempo el dúo está en marcha. No preven el éxito, no se lo imaginan, pero les llega. Juan conoce la segunda crisis, pero esta vez de la industria discográfica. «Entiendo lo que me quieres decir con la crisis actual, pero nosotros siempre hemos vivido al margen. Siempre nos hemos visto en la periferia, incluso aún habiendo llegado a mucha gente. Yo no estoy en ese círculo».

Y a Amaral se les ha criticado por esa aceptación popular desde el lado alternativo, de donde partieron: «Es que todo lo vemos aleatorio. Nunca hemos guiado nuestra música. Nosotros tenemos la misma filosofía de banda. Creo que es el resto el que ha cambiado. Me sorprenden este tipo de reflexiones, pero es que siempre hemos ido a nuestra bola».

Juan Aguirre no es un guitarrista de solos, los Byrds y su riqueza armónica está muy presente. «Me gustan los guitarras que no son gimnastas ni malabaristas: Roger McGuinn, de los Byrds; Johnny Mars, de los Smith; Ton Verlaine, de Televisión, Pentangle... Yo hacía ruido, punk, pero la vida me cambió el día que descubrí a los Byrds».

Siempre nos ha gustado autogestionarnos

En 2007 fallece la madre de Amaral. Bajo unas nubes oscuras surge a lo largo de 2008 «Gato negro. Dragón rojo». «Ese disco ya salió en nuestro propio sello», advierte Aguirre ante el hecho de que se crea que ha sido con «Hacia lo salvaje» cuando han decidido romper con EMI. «En ese disco no teníamos ni nombre del sello. No nos gusta perder el control de nuestras canciones. Con el actual disco ya lo hemos bautizado, Antártida. El nombre surge un día en el que salimos del estudio Eva y yo para tomar un café. Eva fantaseaba con la idea de lo que supondría pasear por la Antártida, descalza, con el hielo quemando y, como estábamos grabando un tema de igual título, a Eva le pareció que podría ser el nombre de la discográfica. Siempre nos ha gustado autogestionarnos. No queremos que un grupo financiero de fondos de inversión extraño, que invierten sin más, sea el propietario de nuestro trabajo».

«Lo del IVA no es lo más importante. Me preocupa más el que todos estemos sometidos a un poder financiero invisible y despiadado. Hablar de los problemas sectoriales es una trampa». P.C.

EL ACCIDENTE

«La primera Rickenbacker que tuve en mis manos fue en una tienda de Glasgow y aquello fue un shock. Me fui a trabajar allí al terminar la carrera de filosofía. La primera que pude comprar la conseguí gracias a un accidente. Yo iba en bici, como en la actualidad, me dio un coche y, con la indemnización, me la pude comprar».

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