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Ewan Mcgregor, un premio Donostia que viaja en moto

Si a algo no le teme este viajero escocés es a hacer miles de kilómetros, así que para él venir a recoger el Premio Donostia es como darse un agradable paseo. Para rodar “Lo imposible”, la película que le trae, tuvo que desplazarse hasta Tailandia. Si pudiera, vendría en moto.

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Texto: Mikel INSAUSTI Fotografías: GARA

Ewan McGregor empezó su carrera cinematográfica en Donostia, cuando fue descubierto por el Zinemaldia a la vez que el realizador Danny Boyle. Hace 18 años «Tumba abierta» se llevaba la Concha de Plata al Mejor Director, justo el tiempo que ha tenido que pasar para que el actor escocés vuelva recoger el Premio Donostia con todo merecimiento. Desde entonces no ha parado, combinando con muy buen criterio el cine independiente con el más comercial, lo que le ha permitido ganarse por igual la admiración de la crítica y del gran público. La película con la que viene esta vez es «Lo imposible», una gran producción que supone el lanzamiento internacional de Jota Bayona, y donde Ewan forma pareja con Naomi Watts. Ellos representan a los turistas occidentales que fueron testigos del tsunami que en el 2005 arrasó costas asiáticas y africanas, compartiendo con la población nativa una historia de supervivencia y solidaridad.

No es un papel que le resulte extraño, gracias a que Ewan McGregor es un empedernido trotamundos, que conoce muy bien la situación de los países más desfavorecidos. Paralelamente a su carrera profesional, ha protagonizado en la vida real sus particulares «Diarios de motocicleta», que han dado lugar a libros, documentales y programas de televisión. La serie se inició con «Long Way Round», llevándole desde Londres a Nueva York y Canadá, tras recorrerse toda Centroeuropa y Europa del Este hasta Mongolia. En su siguiente aventura sobre su BMW fue de Escocia a Sudáfrica atravesando todo el continente negro. La tercera habrá de transcurrir de punta a punta del continente americano.

Dados los precedentes, cuando Lasse Hallström le ofreció el papel del experto en piscifactorías que es contratado por un jeque árabe, con el peregrino propósito de criar salmones de los ríos de las Highlands en medio del desierto yemení, no le debió pillar por sorpresa, a pesar de lo aparentemente disparatado de la propuesta.

¿Un Sancho Panza escocés?

El visionario Terry Gilliam ha enloquecido definitivamente y afirma que dentro de un par de años rodará su frustrado proyecto «El hombre que mató a Don Quijote». Ha pasado tanto tiempo desde aquel accidentado rodaje en tierras manchegas con Jean Rochafort y Johnny Depp que no le teme a repetir el intento, convencido de que ya no le caerá encima otro diluvio. Afirma que Robert Duval será el nuevo hidalgo de la triste figura, mientras que Ewan McGregor hará de irreconocible Sancho Panza. Si sale adelante, no cabe duda de que le va a costar acostumbrarse a montar en burro, aunque se evitará, eso sí, tener que ponerse el casco. Un complemento que tal vez le haga falta si algún día se encuentra con Sean Connery, debido a que mantiene una larga polémica con su colega y compatriota. Todo empezó el día en que Ewan le reprochó que presumía por el mundo de escocés, pero que nunca vivía en su país para no pagar impuestos, habida cuenta de la fama que tiene de tacaño.

No sé si esto le cerrará al Premio Donostia del 2012 las puertas de la saga Bond, algo que tampoco le debe importarle gran cosa, habiendo sido parte esencial de la mayor de las franquicias de la Galaxia, compartiendo el personaje de Obi-Wan Kenobi con nada menos que Alec Guinness a las órdenes de George Lucas. Los aficionados podrán comparar las actuaciones de uno y otro, al igual que lo hacen con la primera y la segunda trilogías, pero lo cierto es que Ewan McGregor es un actor que nunca desagrada, aunque participe en películas fallidas.

Nadie será capaz de decir que estuvo mal en «Moulin Rouge», y eso que cantar no es lo suyo, ni en «La isla», ni tampoco en «Amelia», por citar algunas de las películas que no han dejado un buen recuerdo, salvo a la parte del público menos exigente, que es justo la que no tiene memoria cinéfila.

Hijo adoptivo de Polanski

En sentido opuesto, McGregor forma parte esencial de películas que han trascendido, hasta alcanzar la importancia de «El escritor». Roman Polanski debe su recuperación a este título clave, y por consiguiente también le debe mucho a su actor principal. El papel del «negro» o autor anónimo que escribe por encargo representa la cumbre de su refinado estilo interpretativo, siempre sobrio y elegante, medido, y con una gran fuerza interior. Son cualidades que solo están al alcance de los más veteranos y que en el joven escocés demuestran una madurez que ya resultó descaradamente precoz en sus comienzos.

No es de extrañar que Steven Soderbergh lo tenga ya como uno más de los nombres deslumbrantes que forman parte de su grupo de confianza. Se fijó en él cuando era todavía socio de George Clooney, dentro de la extraña comedia bélica «Los hombres que miraban fijamente a las cabras» y después en solitario le ha dirigido en su magistral thriller de acción independiente «Indomable».

Pero la película que mejor resume la valentía de Ewan McGregor, siendo capaz de jugarse su prestigio en Hollywood, es «Phillip Morris ¡te quiero!». No le importó ser cabeza de cartel en un título maldito, que ha sido perseguido por tratar la homosexualidad de forma abierta y realista, y que sufrió cantidad de trabas para su estreno y normal distribución. Le honra haber formado pareja de amantes con Jim Carrey, otro que no le teme a nada, y que está de vuelta de todo en este negocio. El riesgo se comprende cuando uno está empezando, pero no tanto en quien tiene consolidada su carrera. Está claro que a Ewan el éxito nunca se le ha subido a la cabeza, y que jamás rechazaría un premio que reconoce su mérito, su esfuerzo constante para no dejarse encasillar y seguir sorprendiendo.

 

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