CONSECUENCIAS DE LA POLÍTICA PENITENCIARIA
¿Aprenderá algo el Estado español de todo esto?
Ramón SOLA
Varios medios situaban ayer como novedosa la alusión del informe fiscal a que Iosu Uri- betxebarria no ha hecho una declaración expresa de arrepentimiento. Alguno de ellos afirmaba que es la primera vez que se exige tal condición, y en más de uno se intuía cierto estupor por que se introduzca ese elemento añadido cuando lo que se está dilucidando es si un preso debe quedar libre o no por estar enfermo.
Cada uno es libre de poner calificativo a esa exigencia, pero lo que resulta incontestable es que no es algo nuevo. En noviembre de 2007, por poner un ejemplo desde el que ya ha llovido bastante, a Gotzone López de Luzuriaga se le denegó la excarcelación pese a sufrir un cáncer de mama desde meses atrás. Tras solicitarla, a la presa de Agurain se le exigió «una declaración expresa de repudio de sus actividades delictivas y del abandono de la violencia y una petición expresa de perdón a las víctimas». No firmó, y siguió presa. Hasta hoy.
Su compañero ha participado en la huelga de hambre del Hospital Donostia. Desde ahí explicó a GARA que Gotzone continúa en tratamiento, con lo que ello implica en una prisión: dificultades para dormir, fuertes dolores... y el temor a una recaída siempre ahí, latente. Hace dos meses volvieron a indicarle que le correspondía la libertad condicional, pero en la cárcel de Martutene el expediente sigue sin moverse.
Han pasado cinco años desde aquel intento de chantaje. López de Luzuriaga es una de los trece presos que puede convertirse en otro Uribetxebarria. ¿Aprenderá algo el Estado de todo esto?