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Los testimonios de vecinos de Daraya imputan la masacre a los rebeldes armados sirios

La matanza en la localidad de Daraya es un lugar de fantasmas y preguntas. Ayer se escuchaba el eco del rugir del fuego de mortero y artillería. Los pocos habitantes que vuelven hablan de guerra, ataques y de «terroristas extranjeros», y del cementerio repleto de gente asesinada y siempre acechado por francotiradores.

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Robert FISK | Corresponsal de guerra

Los hombres y mujeres con los que pudimos hablar, dos de los cuales perdieron a seres queridos durante la infamia de Daraya, hace cuatro días, cuentan una historia distinta a la versión que se repite en el mundo. La suya es una historia de secuestros por el Ejército Sirio Libre y desesperadas negociaciones entre los opositores al régimen y el Ejército sirio, antes de que las fuerzas de Bashar al-Assad tomaran el poblado y se lo arrebataran a los rebeldes.

Oficialmente no se ha dicho palabra de tales negociaciones entre bandos enemigos, pero miembros de alto rango del Gobierno sirio dijeron a «The Independent» que «se agotaron todas las posibilidades de reconciliación», mientras los habitantes de Daraya señalan que hubo un intento de ambas partes de arreglar un intercambio de civiles por soldados fuera de servicio, secuestrados por los opositores debido a los nexos familiares que tenían con el Ejército gubernamental, a cambio de prisioneros de las tropas oficialistas. Cuando las negociaciones fracasaron, el Ejército entró en Daraya, a 9,6 kilómetros del centro de Damasco.

Ser el primer testigo occidental en este poblado el pasado martes fue tan frustrante como peligroso. Los cuerpos de hombres, mujeres y niños habían sido retirados del cementerio, donde muchos de estos cadáveres fueron encontrados. Cuando llegamos al punto de reunión de las tropas sirias, en el panteón suní, dividido por el principal camino de Daraya, francotiradores abrieron fuego contra los soldados y sus disparos impactaron la parte trasera del viejo vehículo blindado en el que escapamos. Aún así, pudimos hablar con civiles, aunque todo el tiempo vigilados por oficiales sirios pese a que en dos de estos casos las entrevistas se llevaron a cabo en los hogares de estas personas. Su narración del asesinato masivo del pasado sábado, en el que murieron al menos 245 hombres, mujeres y niños, muestran que las atrocidades en Siria están más extendidas de lo que suponemos.

Antes de que llegara el Ejército

Una mujer que dijo llamarse Leena, señaló que cruzó la localidad en auto y vio los cadáveres de al menos 10 hombres en un camino cercano a su hogar. «No nos atrevimos a detenernos», aseguró, para añadir que aún no habían entrado en Daraya las tropas sirias.

Otro hombre dijo que todos los cadáveres que él vio tenían relación con el Gobierno sirio, incluyendo a varios reclutas fuera de servicio. «Uno de los muertos era un cartero, lo incluyeron por ser trabajador público», añadió. Otro testimonio es el de una mujer a cuyo hogar entraron hombres armados y encapuchados. Ella optó por besarlos en un aterrado intento de impedir que le dispararan a ella y a su familia. Si estas historias son ciertas, en todos los casos los agresores eran opositores sirios y no soldados.

En el camino a Daraya, Jaled Yahya Zukari, un camionero, huyó de la ciudad a bordo de un minubús con su esposa de 34 años, Musreen, y la hija de siete meses de ambos. «Íbamos camino de un vecino suburbio de Senaya cuando de pronto nos dispararon», relató. «Le dije a mi esposa que se tirara al suelo del vehículo, pero de todos modos entró una bala que atravesó a mi esposa y a mi hija. Murieron por la misma bala. Los disparos provenían de los árboles, de una zona con vegetación. Quizá los militantes que se ocultaban tras los árboles creyeron que éramos soldados a bordo de un vehículo militar».

Dificultad para investigar

Cualquier investigación amplia sobre una tragedia a esta escala y en estas circunstancias es prácticamente imposible. A veces, al ir acompañados de las Fuerzas Armadas sirias, hemos tenido que recorrer largas calles desiertas con francotiradores en cada cruce. Muchas familias están atrincheradas en sus casas.

Quizás el testimonio más triste fue el de Hamdi Jreitem quien, sentado en el hogar familiar con su hermano y su hermana, nos dijo cómo sus padres, Selim y Aisha, salieron el pasado sábado a comprar pan. «Ya habíamos visto por televisión imágenes de las matanzas; los canales occidentales dijeron que los autores fueron los soldados del Gobierno; la televisión estatal culpó al Ejército Sirio Libre, pero no teníamos alimentos, así que mi padre y mi madre fueron a la ciudad. Recibimos una llamada desde su celular, y era mi madre que solamente dijo «estamos muertos». Ella no lo estaba. «Mamá sufrió heridas en el pecho y el brazo. Mi padre murió, pero no sé dónde lo hirieron o quién lo mató. Lo recogimos en el hospital, ya amortajado, y lo sepultamos el martes».

© La Jornada

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Es el último balance de víctimas en esta localidad cercana a Damasco, la mayor masacre hasta la fecha.

La agencia siria denuncia otra matanza a manos de «terroristas»

La agencia oficial siria Sana informó de que un grupo de «terroristas» mató a hombres y mujeres en plena luz del día y ante la mirada de sus vecinos en la localidad de Zamalka, a una decena de kilómetros al este de Damasco y que reunió luego los cadáveres en el interior de la mezquita local de Kadi Askar.

«Han ocupado la mezquita y están atacando con fuego de mortero al Ejército para obligarle a responder», añade la información, que asegura que «responda o no, los terroristas van a hacer explotar la mezquita y acusar al Ejército de bombardearla y provocar otra masacre en vísperas de la reunión del Consejo de Seguridad». GARA

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