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Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico

Qué mala cara tienes

Calcular la edad de las personas resulta cada vez más difícil, y no digamos ya cuando se trata de gente que vive de su imagen pública. En las biografías de Sylvester Stallone se dice que tiene 66 años, y viéndole lucir músculo en la saga «Mercenarios», si eso es verdad, no queda sino reconocer que es un prodigio de la naturaleza, de cuello para abajo.

Debe ser herencia genética, porque su madre Jackie tiene noventa años y sigue apareciendo en las televisiones con sus adivinaciones, para las que no lee las manos, porque el futuro y el destino están escritos, según ella, en las nalgas. Le doy toda la razón a la señora, al tiempo que también le doy las gracias por aclararme la razón principal por la que el mundo va de culo.

Aunque si fuera de cara tampoco iría mejor, ahora que los rostros de los famosos se han vuelto tan irreconocibles como sus propios traseros. La prueba está en la anécdota que se vivió durante la presentación oficial de la película «Mercenarios 2», donde una mujer con la típica fisonomía deformada por el bisturí fue confundida con Jackie Stallone. Toda la prensa estadounidense colocó en el pie de foto su nombre de forma errónea.

Fue su hijo quien tuvo que poner un poco de cordura en medio de la confusión, aclarando que su madre ya está mayor para pasearse alegremente por la alfombra roja. Era evidente que la desconocida a la que adjudicaron el apellido Stallone era una mujer madura, pero en ningún caso una anciana nonagenaria.

Episodios así le reafirman a uno en su escepticismo religioso, porque, si la cara es el espejo del alma, Dios se parecería a la recauchutada fósil viviente que Terry Gilliam caricaturizó en «Brazil».