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69 Edición del Festival Internacional de Cine de Venecia: el cambio

La marcha de su director desde hacía ya ocho años, Marco Müller, al festival de cine de Roma y la repetición al frente de la Mostra de Alberto Barbera marcan una nueva identidad y un destino por determinar para uno de los festivales más importantes del mundo: Venecia.

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Iratxe FRESNEDA

Con Marco Müller al frente La Biennale de Venecia consiguió sobrevivir al gigante Cannes, a la cercanía en fechas y a la potencialidad del festival de Toronto. Müller se despidió otorgándole el León de Oro al «Fausto» de Aleksander Sokurov y habiendo atado un presupuesto generoso para el nuevo festival del que se haría cargo: Roma. Tras la marcha de Müller el festival Internacional de cine de Venecia vuelve a contar con Alberto Barbera para guiar la Mostra y sostener el pulso que exige liderar un certamen de categoría A. Barbera no lo tiene fácil, obras paralizadas, competencia entre festivales (el hemisferio Norte, Toronto y Berlín empeñados en ser líderes) y la crisis que sobrevuela a la industria cinematográfica acechando en el camino. Un camino que para el equipo de Barbera comenzará cuando haya finalizado esta edición en la que, entre otras cosas, su máximo responsable prometía estimular y dar a conocer ese sector de la cinematografía aún por descubrir, aquellos autores que son desconocidos para el gran público. Además de realizar una clara apuesta por los grandes nombres y entrar en contradicción, Barbera definía la «línea editorial» de la 69 edición como una mirada a los acontecimientos humanos y sociales del momento: «La crisis de modelos, de valores, de relaciones humanas y sociales. En sustancia, la soledad. Esos son los temas que reinan en casi todas las películas».

La crisis como telón de fondo durante el festival que daba comienzo el pasado miércoles y que finalizará el 8 de setiembre, se anunciaba como una «edición esencial». Una edición en la que se proyectarán 60 películas, de las cuales 50 son estrenos mundiales. El thriller «The Reluctant Fundamentalist» (El fundamentalista reticente) de Mira Nair (vencedora del León de Oro en 2001 por «La boda del Monzón») inauguraba la Mostra. Ambientado durante los sucesos del 11 de setiembre de 2001 en Nueva York, la cineasta de origen indio habla de las distintas visiones del mundo que se dibujan en Oriente y Occidente a través de un joven pakistaní de buena familia que espera hacer realidad su sueño americano. «The Reluctant Fundamentalist» no va más allá de las necesidades que pueda marcar una superproducción hollywoodiense incluido su reparto. La película de Nair no logra aportar nada nuevo en torno a las consecuencias generadas por la política exterior estadounidense, sus efectos reales en personas reales, y tampoco en lo relativo a su estilo visual, correcto pero plano. Todo lo contrario que la siguiente cinta incluida en el programa «Enzo Avitabile music life», un enternecedor y maravilloso viaje por la vida y milagros musicales del genial napolitano Enzo Avitabile realizado por el gran Jonathan Demme. Demme vuelve a hacer evidente una vez más su talento a la hora de extraer la esencia que habita en los músicos que retrata tal y como hizo recientemente con Neil Young. Demme sigue con su cámara a un tipo que vive en un barrio corriente, en una casa corriente, pero en el que habita una capacidad extraordinaria para la música. Entremezclando pasajes del día a día de Avitabile en su Nápoles natal con sesiones musicales compartidas (destaca la que realiza junto a Trilok Gurtu), Demme nos regala su descubrimiento: Enzo Avitabile.

Y con la inauguración de la Mostra la isla del Lido abrió sus canales a las estrellas de cine en una edición que, en principio, tiene una competición menos sobrecargada que otros años, pero que entre sus 18 aspirantes al León de Oro acoge algunos de los nombres más relevantes del cine de nuestros días. Entre ellos, «The master», el esperado y celebrado filme de Paul Thomas Anderson y «To the wonder», de Terrence Malick (premiado con la Palma de Oro por «El árbol de la vida» en 2011). Malick concursa en Venecia con una cinta que trata el tema del amor de un modo nada convencional, a través de un largometraje protagonizado por Ben Affleck y Rachel Weisz. Con una representación norteamericana importante en la 69 edición de la Mostra de Venecia, el León de Oro puede recaer en «Outrage Beyond» de Takeshi Kitano, «Après Mai» de Oliver Assayas, «Pieta» de Kim Ki-duk, «Sinapupunan» de Brillante Mendoza o en «Paradise: Faith» de Ulrich Seidl. Pero ya se sabe que hacer quinielas en torno a las subjetivas decisiones de un jurado, este año presidido por el estadounidense Michael Mann, es un ejercicio divertido pero carente de sentido práctico. Lejos de las quinielas pero en la lista de los posibles vencedores, la cinta de Valeria Sarmiento. La chilena compite con un filme en portugués que originalmente iba a dirigir su marido, el recientemente fallecido Raul Ruiz.

«Las líneas de Wellington», un declarado homenaje al director desaparecido, es un relato ambientado en el Portugal de principios del siglo diecinueve, que tiene como protagonistas a John Malkovich, Catherine Deneuve y Marisa Paredes.

Fuera de concurso, el septuagenario Robert Redford presentará «The Company You Keep», un filme con el que, dicen, ha superado todas las expectativas como actor y director. Mientras, otro de los grandes del cine que participará fuera de competición es el portugués Manoel de Oliveira. Este cineasta, que cumplirá 104 años en diciembre, presenta «Gebo e l'ombre», con Claudia Cardinale y Jeanne Moreau en su reparto.

La Mostra Internacionale d'Arte Cinematografica di Venecia lleva celebrándose desde 1936 (exceptuando el inciso realizado entre 1943 y 1945 debido a la II Guerra Mundial). La historia del festival está vinculada a la ciudad de Venecia, al desarrollo del cine italiano, al arte que habita en sus calles y que provoca la imaginación de cineastas y escritores. Venecia es un buen punto de partida para un relato y un escenario sin parangón para el cine.

Pasear por Venecia estimula la imaginación. Cualquiera de los rincones, claros u oscuros, divinos o infernales de la urbe merecería situarse como telón de fondo para una película. Venecia tiene un atractivo desmesurado, es fascinante. La ciudad ha servido como escenario para muchos filmes que forman de alguna manera eso que llamamos la historia del cine. Las primeras imágenes filmadas de la ciudad se remontan a los tiempos de los pioneros. Albert Promio rodó en la Serenísima en 1896 y, desde entonces, Venecia se ha convertido en un plató necesario y frecuentado. Pasinetti retrató a la ciudad en sus documentales «Venezia minore» y «La góndola», David Lean nos llevó de vacaciones a Venecia en «Summertime», Luchino Visconti llevó a la gran pantalla la obra de Mann «Muerte en Venecia»... Federico Fellini, Michael Radford, Woody Allen o Steven Spielberg, entre otros muchos, escogieron sus canales, alcantarillas y palacios como estudios. El cine debe mucho a Venecia pero Venecia necesita un descanso.

Sería maravilloso poder vaciar de gente la estrella del adriático por un día. Darle descanso, dejar que la plaza San Marcos disfrute del silencio, de los atardeceres tranquilos. Que nadie se detenga en el puente de los suspiros, que por sus canales solo paseen góndolas solitarias, vacías de turistas que cantan «Valenciaaaa, es la tierra de la flores...» desafinando. Venecia necesita recuperarse, los venecianos, toda esa población multicolor que habita en la isla, en La laguna, merecen eludir labores de carretilleros, camareros, cocineros, gondolieri... La ciudad necesita que regresen sus fantasmas y el silencio para que nuevos artistas y escritores la pueblen y vuelvan a crear relatos e historias en la soledad de sus Palazzos.

Pero en estos días extraños parece que no volverá su gloria, ni tampoco Henry James al Palazzo Barbaro a escribir sus cartas. James llegó a Venecia como turista pero descubrió el Palazzo Barbaro, un edificio gótico situado en el Gran Canal. Venecia lo cautivó y regresó a la casa de los Curtis en más de una ocasión, allí completo «Aspern papers». William Shakespeare situó «Otelo» y «El Mercader de Venecia» en la ciudad y la, según muchos, obra maestra de Thomas Mann, «Muerte en Venecia» (1912), uno de los retratos más impactantes de la Venecia del siglo XIX, fue concebida gracias a su magia. Pero seguramente Thomas Mann no escribiría «Muerte en Venezia» en una ciudad como la de hoy, más bien sería «Venecia ha muerto». La literatura se sirve de Venecia y Venecia es de por sí literatura y relato para viajeros y cineastas que, como en «El placer del viajero» de Ian McEwan, guardan en sus retinas sus propias historias, sus propias películas.

Las mujeres cineastas en los grandes festivales

Tras la polémica y el enfado que provocaba la exclusión de mujeres directoras de la sección oficial a concurso del festival más importante del mundo, Cannes, La Mostra de Venecia ha tratado de marcar la diferencia pero con escaso éxito hasta el momento. Alberto Barbera, nuevo director del evento, abría la Mostra con «The Reluctant Fundamentalist» la película de Mira Nair y justificaba la presencia femenina evidenciando así la falta de normalidad. Barbera declaraba que «este año invitamos a 21 mujeres directoras sobre un total de 52 películas. Clara señal de que el mundo del cine está cambiando, porque era muy machista». Tratando de hacer un guiño a la creatividad femenina se presentaba el proyecto colectivo «The Women Tales», un producto vacuo con forma de escaparate para bolsos, zapatos y mujeres famélicas en el que tan solo salía airosa Lucrecia Markel con «Muta».

I.F.

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