Amparo LASHERAS | Periodista
Antes el tiempo, ahora la crisis
He observado que la crisis se está convirtiendo en un recurso de conversación intranscendente, incorporada al saludo obligado en lugares tan efímeros como un ascensor o la espera ante cualquier ventanilla. Antes se utilizaba el tiempo, el frío cuando éste sobreviene en verano o el calor si aparece en febrero. Ahora, los recortes, el desempleo y la famosa prima de riesgo marcan el ranking de la charla esporádica.
Todo el mundo parece ser consciente de la situación pero siempre tengo la impresión de que sus comentarios llegan desde la distancia de quien mira una imagen impactante, convencido de que sólo responde a una foto sin realidad. No sé si clasificar ese efecto como frivolidad o resignación. Ninguna de las dos opciones me parece válida para enfrentarse a las actuales circuns- tancias. Los datos apremian.
La recesión económica aumenta en EH, lo mismo que el desempleo y la pobreza. En alguna ocasión y en otras discusiones más cercanas, he rebatido los comentarios refiriéndome a la campaña del SAT en Andalucía como un soplo de aire fresco en la respuesta colectiva a tanta injusticia. «No compares, aquí es diferente» me han replicado, probablemente para evitar decir ¡estás loca! Desde luego que no es igual, todos los pueblos tienen su identidad y sus circunstancias. Pero tampoco estoy loca. Las acciones de desobediencia civil de los jornaleros andaluces, están consiguiendo algo muy importante: el debate social en la calle y, para los administradores políticos de la crisis, un grave problema si se convierte en algo contagioso. No quitemos valor a lo que está bien hecho. Lo que nos viene encima necesita más rebeldía que una charla de ascensor.