De lo cotidiano a lo puro, el viaje de Alfredo Alcain en la sala Rekalde
El artista madrileño Alfredo Alcain realiza en la sala Rekalde bilbaina todo un repaso de su vida artística, desde mediados de los años sesenta hasta la actualidad, con más de un centenar de obras. La muestra, compuesta de grandes pinturas y pequeñas esculturas, estará abierta hasta el 18 de noviembre. Su catálogo lleva como prólogo un poema que Bernardo Atxaga dedicó al artista y que hace público ahora con la traducción al inglés y al euskara.
Ane ARRUTI | BILBO
«Mientras llegaba Alcain/ con sus pinceles/ y sus pinturas,/ los días pasaban/ como pájaros,/ levemente,/ y una mano misteriosa/ borraba los detalles/ de los cuadros/ que otros pintores/ habían dejado/ en sus casas al morir». Así comienza el poema que el escritor Bernardo Atxaga dedicó al artista Alfredo Alcain (Madrid, 1936) y que ahora lo ha hecho público -con traducción al euskara y al inglés- a modo de prólogo del catálogo de la exposición que ayer se inauguró en la sala Rekalde de Bilbo.
La muestra, que permanecerá en la capital vizcaina hasta el 18 de noviembre, reúne un centenar de obras que durante más de cuarenta años ha creado el artista madrileño. «Es un recorrido de muchos años y hay ejemplos de todas las épocas», señaló Alcain, el artista que «lanzó una cuerda a la vida cotidiana», tal como le describió Atxaga. Alcain recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2003 y el Premio Tomás Francisco Prieto en 2010.
Desde 1966 y hasta mediados de los setenta el artista pintó sobre todo escaparates y fachadas, peluquerías y estancos, con aire costumbrista. A principios de los ochenta fue cuando descubrió un cañamazo que reproducía un conocido bodegón de Paul Cézanne y comenzó así una serie de bodegones, que van progresando y dando paso al formato ovalado y a la influencia cubista, que marcan su obra de los años noventa, con trabajos más coloristas y luminosos pero con formas más esquemáticas, abstractas y geométricas. La abstracción es precisamente la que define el trabajo de Alcain del nuevo siglo.
Los bodegones se convierten en tridimensionales con el empleo de la madera -«maderitas», como llama el artista- o con tejas, que sobresalen de la pared. Además de las pinturas, la exposición incluye algunas esculturas de pequeño formato, como «El rascacielos», realizado con trozos de listones y marcos.
Las obras exhibidas pertenecen a colecciones privadas y museos vascos y se han reunido gracias a la colaboración del Museo Casa de la Moneda de Madrid. Alcain ha mantenido una estrecha relación con Euskal Herria, desde que en 1965 realizó su primera exposición individual en la Galería Illescas de Bilbo, gracias a Ricardo Toja. Además, ha expuesto en el Museo de Bellas Artes de la capital vizcaina y regularmente en la galería Ederti.
Atxaga reconoció que llegó a su obra mediante Toja y que siente admiración por su trabajo. «Me gustaría que esta admiración fuera contagiosa, porque es un sentimiento feliz, sin envidia, de liberación, de que el mundo es más bello de lo que parece».
La exposición incluye el apartado «Dibujos de teléfono». Tal como describe Alcain, «una de las costumbres que tenemos los pintores es la de dibujar en los papeles que hay encima de la mesa mientras hablamos por teléfono».