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lucio urtubia

Carta de apoyo a «Carne Cruda»

Si tuviesen vergüenza, la tendrían, pero no la tienen, ni tampoco tienen ovarios. Ni el Gobierno de Rajoy ni ninguno de los que gobiernan. Mis amigos de Carne Cruda, siento el cierre de vuestro programa, no por los 1.400 euros de salario, sino porque hacíais un trabajo que es tan necesario como el pan. Os lo dice vuestro amigo, el albañil que os lo pronosticó hace solo unas semanas.

Vosotros sois creadores, lo habéis demostrado, ellos no, y uno es lo que es por lo que hace. Con muy poco habéis hecho mucho, sin embargo, ellos con mucho ni hacen ni son nada. Vuestra libertad y mi anarquía son el verdadero camino. El camino del honor, del amor, del querernos. Cuando se quiere, se lucha y se pierde el respeto a lo que no lo merece, como me dicen mis amigos tupamaros cuando hablan del placer de estafar a los bancos. Cuando era niño mi riqueza fue mi pobreza, no tuve que hacer ningún esfuerzo para perder el respeto a todo aquello que no lo merecía: a la iglesia, a la propiedad y al estado. La experiencia que poseo hoy me ha mostrado que hay formas de vivir e ideas que son muy queridas y deseadas en cualquier lugar del mundo. Dichas ideas son muy bien acogidas allí donde voy: universidades, locales sociales o sindicales, cines, teatros, casas ocupadas, gaztetxes, radios, periódicos... Esas ideas de todos y para todos son las que el mundo reclama, son el sendero que puede sacarnos de las imbecilidades y de las creencias, son el respeto a uno mismo y el irrespeto a lo inmerecido.

Mis amigos de Carne Cruda, tenéis mi puerta abierta. Venid cuando queráis, en casa siempre tengo pan, vino y mis convicciones, las cuales no han cambiado porque en realidad no son mías, sino que son para todos porque son de todos. Es lo que pide el mundo, es lo que vivo constantemente. ¡Empujemos un poco cada uno y este edificio de mentiras caerá y podremos hacer otro! ¡Hagamos todos lo que sabemos, pero hagamos! Todos podemos y debemos hacer. Cada uno sabe lo que no puede ni debe hacer para no caer en las garras de eso que llamamos justicia, pero cuyo verdadero nombre es injusticia.

No lo olvidemos, ni olvidemos tampoco que nosotros también somos culpables de lo que está sucediendo, en Francia, en España o donde sea, pues elegimos a ciertas personas sabiendo como son y como van a terminar. Lo sabemos de sobras: el poder corrompe. Por ello, no hagamos lo que no debemos hacer. ¡Dejemos de hacer y de fabricar seres corruptos! Como ya os dije cuando me invitasteis a vuestro programa, espero que el compañerismo y la solidaridad sigan estando presentes en este momento difícil, pues no hay pueblo ni ser humano que pueda avanzar sin ellos. Un pueblo sin solidaridad no es un pueblo. Como no me canso ni me cansaré de repetir: somos lo que somos por lo que hacemos. ¡Hagamos pues, ahora más que nunca!

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